Ha implorado piedad al Parlamento de Canarias Manuel Alcaide, Diputado del Común. Es un lenguaje tan poco común en el ámbito político y, aún más, en el parlamentario, que llama la atención en fechas tan desconcertantes en Canarias como las que suceden a la jornada electoral, cuando se abre la caja de Pandora para exprimir todas las variables y todas las posibilidades que en el mundo han sido para determinar quién gobierna con quien, sea cual sea el resultado de esa jornada.
Alcaide quiere irse, ya no puede más. Su mandato está más que cumplido pero el disenso y la desidia de los grupos parlamentarios han prolongado su estancia en la institución. Por si acaso, por si esta situación se prolongara otros cuatro años, ha pedido piedad. El gesto y la fraseología empleada son significativos. Que le releven, ha venido a decir, que ya está bien.
Cuando se consume sus sustitución y alguien se anime a hacer un balance de su paso por la institución, incluirá algunas ocurrencias como aquella “invasión” de ciudadanos africanos que arribaban a nuestras costas o la sugerencia de uniformar a los funcionarios, ocurrencias matizadas a posteriori pero ya se sabe lo que queda… A favor de Alcaide, al menos en lo que conocemos: buen encajador de crítica.
En realidad, el todavía Diputado del Común es ajeno a las culpas atribuibles a los grupos parlamentarios para desbloquear la renovación de las instituciones autonómicas. Como siempre, hay que remitirse al pecado original para entender el quid de la cuestión. Se supone que en la nueva legislatura, sea el pacto que sea, habrá voluntad política y subsiguiente acuerdo para renovar aquéllas, para poner fin a tan lastimosa situación, impropia de una democracia madura en la que algunos actos deberían ser mecánicos, simplemente porque las normas están para ser cumplidas.
Manuel Alcaide, por si acaso, suplica que la Cámara resultante del 22-M tenga piedad de él.
Lo que no suceda en Canarias…
Alcaide quiere irse, ya no puede más. Su mandato está más que cumplido pero el disenso y la desidia de los grupos parlamentarios han prolongado su estancia en la institución. Por si acaso, por si esta situación se prolongara otros cuatro años, ha pedido piedad. El gesto y la fraseología empleada son significativos. Que le releven, ha venido a decir, que ya está bien.
Cuando se consume sus sustitución y alguien se anime a hacer un balance de su paso por la institución, incluirá algunas ocurrencias como aquella “invasión” de ciudadanos africanos que arribaban a nuestras costas o la sugerencia de uniformar a los funcionarios, ocurrencias matizadas a posteriori pero ya se sabe lo que queda… A favor de Alcaide, al menos en lo que conocemos: buen encajador de crítica.
En realidad, el todavía Diputado del Común es ajeno a las culpas atribuibles a los grupos parlamentarios para desbloquear la renovación de las instituciones autonómicas. Como siempre, hay que remitirse al pecado original para entender el quid de la cuestión. Se supone que en la nueva legislatura, sea el pacto que sea, habrá voluntad política y subsiguiente acuerdo para renovar aquéllas, para poner fin a tan lastimosa situación, impropia de una democracia madura en la que algunos actos deberían ser mecánicos, simplemente porque las normas están para ser cumplidas.
Manuel Alcaide, por si acaso, suplica que la Cámara resultante del 22-M tenga piedad de él.
Lo que no suceda en Canarias…
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