“Ya
conocen lo del máster de Cifuentes. Ahora seguimos aguardando las
consecuencias”, escribíamos en nuestro muro de facebook hace
unos pocos días, emulando la fórmula de apertura de un conocido
programa de televisión. Desconocíamos que iba a aparecer un
'videoestoque' con el que daban la puntilla a la ya ex presidenta de
la Comunidad de Madrid. Pero entre las consecuencias, en efecto, se
ha cobrado la trayectoria política de una Cristina Cifuentes que,
pese a su arrojo, no ha podido con el fuego amigo.
Porque
el video incuestionable tenía siete años. Alguien lo guardó
(¿quién: el CNI, el propio Partido Popular, altos cargos de la
cúpula gubernamental, algún enemigo de Cifuentes, de esos que
Churchill señalaba como compañeros de partido, hasta mejor
proveer?) y vino como anillo al dedo para finalidades muy nítidas:
desbancar a la dimitida que, por otro lado, no supo jugar sus cartas
ante las que ya eran evidencias masterizadas.
Desde
las cloacas y sumideros fluye la iniquidad cuando se trata de acabar
con alguien que se torna incómodo y, por algunos méritos o
cualidades, adquiere valor y se convierte en una amenaza para el
“stablishment”. Esa ruindad, ya desatada, no descansa hasta que
alcanza sus objetivos. Y a poco que disponga de aliados mediáticos,
todo es cuestión de tiempo. Llega un momento en que la presión es
insostenible.
Es
lo que ha ocurrido, lo que ha metido a Cristina Cifuentes en el
basurero de la historia. Las simpatías, las últimas que atesoraba
(María Dolores de Cospedal), han reventado tan pronto como OK
Diario publicaba el video que
ponía blanco sobre negro la sustracción de un artículo de belleza
en un establecimiento comercial. Habrá sido un 'error involuntario'
(Cifuentes dixit) pero
la prueba era sinónimo de hasta aquí hemos llegado.
No
sabemos si habrán respirado de alivio en el seno del Gobierno y del
partido que lo sostiene pero, desde luego, los militantes, seguidores
y simpatizantes de la formación conservadora tienen que estar
sufriendo muchísimo. Los cimientos se están resquebrajando y por
mucha fidelidad, por mucho querer rebatir diciendo que otros lo hacen
igual o peor, los niveles de credibilidad y confianza están bajo
mínimos. El PSOE de Felipe González, con una muy estimable obra de
gobierno, con la más seria transformación social que habían
experimentado los españoles, se vio seriamente debilitado en
aquellos años postreros de su mandato, con la sucesión de
escándalos -convenientemente aireados- que se dieron en sus últimos
gobiernos.
Parece
que lo de ahora va superando aquella colección pero, en fin,
resistencia al margen y expectativas crecientes de otras opciones
políticas, el estigma, ese que duele, ya no hay quien lo quite.
Independientemente de hacer bueno ese dicho que acuñamos (en ese
derechío todos se saben lo de todos. Mientras la cosa funcione, no
pasa nada: somos los mejores. Pero cuando se produce una fisura, los
chorros que salen son incontenibles), los dirigentes populares seguro
que son conscientes de que el daño que se le está causando al
sistema, a la convivencia, a la política en general, a la marca
España en particular, a la clase política y a la institucionalidad,
es de tal calibre que resulta difícil medirlo.
Pensar
que todo esto empezó con el “tamayazo”, ¿se acuerdan? El pecado
original. Habrá más consecuencias, seguro.
1 comentario:
Ni defiendo a Cifuentes, hace tiempo que tenía que haberse ido a su casa, ni deseo matar al mensajero, Ok Diario en este caso, pero provoca mucha rabia ver determinadas prácticas mafiosas instaladas permanentemente en la Política y aplaudidas sin recato por quien esté en la oposición en ese momento.
El Tamayazo , un soborno en toda regla, por supuesto que lo es, pero también lo es utilizar documentos de la vida privada, obtenidos de manera digamos irregular, para acabar con los adversarios sean estos amigos o enemigos.
Entre otras circunstancias de este caso, cabría reflexionar sobre el papel de los medios que se prestan a ser correa de transmisión de "intereses encubiertos", a la vez que se benefician de ello, jactándose ante su público del gran trabajo para conseguir la exclusiva y, eso si, sacando a pasear la "protección a las fuentes".
Muy feo todo, algo huele a podrido y no en Dinamarca precisamente.
Un saludo
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