A
estas alturas ya debe estar claro que las obras de la nueva estación
de guaguas se van ejecutar en una parcela distinta a la que ocupaba
la antigua edificación, unos metros más allá, dando a la avenida
Hermanos Fernández Perdigón y calle El Pozo, cerrada por riesgos de
ruina apreciados hace años en alguna resolución judicial.
Será
sustituida por otra actuación infraestructural, un dotacional en
cuyo proyecto se consigna plantas subterráneas de aparcamiento que
vendrán muy bien para aliviar las carencias, en otro tiempo
aireadas a conveniencia política. El problema, aunque ahora no haya
orquesta, subsiste.
Que
sepamos, con fuentes del Consorcio Urbanístico para la
Rehabilitación del Puerto de la Cruz, existe un anteproyecto de
estudio y viabilidad de la manzana en la parte destinada estación de
guaguas y espacios libres públicos, con uso comercial, de
restauración y hostelería. En principio, el aparcamiento prevé una
capacidad de setecientas plazas, más lo que debe cubrir la promoción
comercial que tendrá su propio aparcamiento. Se añaden dos parcelas
de dotaciones públicas, una para servicios municipales y otra que se
reserva también el Ayuntamiento para concertar con el Estado la
nueva comisaría comarcal (Puerto Cruz-Realejos) del Cuerpo Nacional
de Policía, sin que ello sea vinculante.
El
anteproyecto ya fue sometido a información pública y determina la
división de dos actuaciones: por un lado, la nueva estación
propiamente dicha, concertada con otras administraciones públicas y
la empresa de transportes TITSA; y por otro, las demás previsiones
de aparcamientos, espacios libres y usos terciarios a desarrollar por
concesión administrativa de proyecto, ejecución de obra,
explotación de aparcamientos y usos complementarios según los
planes específicos aprobados en su momento.
Por
supuesto, la actuación comporta la demolición del edificio. Una de
las plazas públicas resultantes, en el cambio de fisonomía, da a la
calle El Pozo. Independientemente de los perfiles del proyecto
definitivo, convendría insistir en la necesidad de conservar en la
zona un espacio abierto para disfrute de la ciudadanía y hasta para
llevar a cabo actividades de distinta naturaleza.
La
plaza de la antigua estación, por acuerdo plenario, lleva el nombre
de Francisco Afonso Carrillo, quien fuera alcalde y gobernador civil,
fallecido en trágicas circunstancias. Viéndola todos los días,
transitando en sus alrededores, se hace paradójico hablar de ella en
pasado. Pero hay que hacerlo, aprovechando para introducir alguna
reivindicación. Porque su actual estado deja mucho que desear: es el
ejemplo vivo de la desidia, tan visible, en pleno centro de la
ciudad. Es una plaza espaciosa, generosa, que ha acogido fiestas,
mitines políticos, concentraciones populares y hasta mercadillos.
Hubo un tiempo que dispuso de una terraza al aire libre, cerrada
después de pertinaces protestas de vecinos y empresarios de los
hoteles próximos. Estaba próxima a una fuente de juegos de agua que
también dejó de funcionar y limitó los encantos del recinto.
Los
bancos de hormigón, donde descansan transeúntes y juegan niños de
distintas edades, presentan muchos desperfectos, hay un despintado
bastante extendido que contrasta con los grafiti que llevan allí
años y varias losetas levantadas. Las zonas ajardinadas, que no son
pocas, van feneciendo poco a poco: es posible que solo vean agua
cuando llueve. En los alrededores de la edificación, en zonas
habilitadas, siguen aparcando vehículos. Y la envuelve la lona,
claro, que sigue ahí, para incomprensión de muchos visitantes,
según comentaba un habitual seguidor del blog.
Alguien
dirá para qué hacer unas mejoras si la van a derribar pero el
aspecto se va deteriorando progresivamente y la estampa empeora, de
modo que difícilmente puede resistir mucho tiempo más. En serio,
por muchas razones, desde el nombre a la visibilidad, la plaza bien
merece eso que se resume en un lavado de cara.
Y
porque, además, no se sabe cuánto se tardará en afrontar el
proyecto. Eso es lo más incierto.
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