El
año 1822 se iniciaba con mucha incertidumbre -por decir algo- en la
vida municipal del Puerto de la Cruz. El 2 de enero el consistorio se
reunía en el domicilio particular del presidente, “en una pequeña
habitación cedida desinteresadamente por este para tal fin, como era
vieja costumbre”, según relata en sus apuntes el que fuera
cronista oficial del municipio, Nicolás Pestana Sánchez, quien
añade: “Los papeles del archivo estaban colocados en un corredor
abierto y, por lo tanto, sin seguridad alguna, a menos que se privase
a la familia del señor alcalde el transitar por el pasillo de su
misma vivienda”.
Estas
circunstancias, unidas a anteriores acuerdos del Ayuntamiento sobre
el particular, fueron elevadas, en escrito razonado, al señor Jefe
Provincial Político con el fin de resolver, de una manera
definitiva, el problema de la Casa Consistorial.
Semanas
después, concretamente el 26 de enero, lo que debía ser equivalente
al pleno del consistorio, acordó suspender las actividades. El
cronista deja constancia de que el alcalde se refirió “a las
constantes incomodidades que se producían en su casa particular”
pues allí se celebraban las reuniones y toda clase de juntas del
Ayuntamiento, “hasta el punto de que ya no le era posible continuar
permitiendo estas reuniones en su propia vivienda”. La única
opción era el extinguido convento de Santo Domingo, como así lo
habían expuesto las corporaciones a la Diputación Provincial en
tres ocasiones durante 1821: 2 de enero, 31 de julio y 31 de agosto.
Como el problema persistía y el Ayuntamiento seguía sin sede, se
plantea en la fecha señalada al principio, 2 de enero de 1822, ls
suspensión de actividades institucionales.
Increíble
pero cierto, tal era el nivel de carencias de la época. Dice el
cronista: “Seáse cual fuese las razones que las motiven, interín
que la Junta o Diputación Provincial resolviese sobre este
particular, pues, en este caso, era de aplicación lo dispuesto en la
Ley de 25 de octubre 1820 mandada a observar en 6 de julio de 1821,
por Real Orden Circular comunicada a los señores jefes políticos en
la misma fecha”, se acuerda suspender las reuniones en el
Ayuntamiento. Y para que no se culpase a este de hacer caso omiso en
el cumplimiento de sus sagrados deberes, “se sacó certificación
de este acuerdo y se remitió al Jefe Superior Político”.
No
obstante, apenas un mes después, el 20 de febrero, se celebra un
nuevo pleno en el mismo escenario, la casa particular del alcalde,
para tratar sobre un oficio recibido del Intendente -pues también
la había sido comunicada la terminación de las actividades
municipales-, en el que decía quedar enterado de los motivos que
paralizaban importantes trabajos relativos a las contribuciones, uno
de ellos, claro, no disponer de lugar donde reunirse.
La
medida surtió efectos inmediatos. El Intendente respondió:
“...Remito a V. la Orden del Comisionado Provincial del Crédito
Público para que se franquee a esa corporación la parte del
extinguido convento de Santo Domingo de ese Puerto que sea bastante
para salas consistoriales; mas esta medida no es sino interina y
sujeta a la resolución del Gobierno a quien únicamente toca
disponer de dichos edificios según lo mandado en el particular”.
¿Qué
ocurrió después? La resolución fue comunicada a Juan Pedro
Nepomuceno, encargado del crédito público en el partido territorial
-debía ser la división administrativa de entonces-, quien contestó
que al día siguiente bajaría para hacer la entrega de la parte
referida del citado edificio. El Ayuntamiento nombró una comisión
compuesta por los miembros de la corporación, Domingo Esquivel y
Domingo Aguilar, y el personero Rafael Pereyra, quienes, junto con el
señor Nepomuceno, pasarían al convento de Santo Domingo a tomar
posesión, en nombre del Ayuntamiento, de la piezas que se señalaren.
Hasta
que se llega a los días 28 y 29 de agosto de aquel año. Durante el
primero, se dio posesión a la institución de la parte del
extinguido convento de Santo Domingo para albergar las casas
consistoriales. Y un día después, el Ayuntamiento celebra allí su
primera sesión.
3 comentarios:
Interesante anecdotario de la época. Resulta curioso como el Ayuntamiento hoy se encuentra junto al Convento de Santo Domingo. ¿Casualidad?
SALUDOS CORDIALES
Enhorabuena,Salvador, por difundir la historia portuense, ckave para entender el pasado de Canarias y su proyección internacional, ya desde el siglo XVI.
?las nuevas generaciones conocen los avatares de nuestros mayores? Porque a menudo nos hemos aupado sobre hombros de gigantes...
Que interesante!!
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