El
lamento del gerente de la editorial el periódico se leyó como un
chasquido doloroso:
“Seremos
el único país del mundo que no tendría un periódico impreso”,
dijo Ernesto Juárez, portavoz del histórico periódico nicaragüense
La
Prensa, fundado
en 1926.
La
situación era ya tan insostenible que el 27 de enero pasado solo
tenía una opción: la inserción de un editorial, titulado
“¡Dictadura estrangula a La
Prensa!”, en
el que advertía de la inminente desaparición después haber
soportado más de quinientos días de bloqueo aduanero de papel y
tinta impuesto por el Gobierno sandinista de Daniel Ortega.
Los
efectos del editorial se hicieron notar de inmediato, de modo que el
nuncio apostólico, interlocutor único entre el Gobierno, la
oposición y la sociedad civil de Nicaragua, tomó la iniciativa y
comenzaron unas negociaciones para que el embargo aduanero fuese
levantado “ya que viola la libertad de expresión y el libre acceso
a la información de todos los nicaragüenses”, según publicó el
periódico en su edición digital. Dos intentos anteriores de
conversaciones para superar la crisis sociopolítica del país,
palpable desde abril de 2018, fracasaron estrepitosamente con
monseñor Waldemar Sommertag como testigo.
Pero
pensemos por n momento en el grado de resistencia de la editorial de
La
Prensa. Quinientos
días y unas cuantas noches que seguramente aún siguen contando
profesionales y trabajadores, muchos de los cuales perdieron sus
empleos. Sin papel y sin tinta, sin materias primas ni suministros,
salir cada mañana fue algo más que una cuestión de supervivencia.
Mucho mérito tiene hacer periodismo y trabajar en su proceso de
producción en esas condiciones. El término estrangula, desde luego,
no es exagerado.
El
Gobierno de Ortega hostigó duramente a la prensa independiente, que
denunció graves violaciones de derechos humanos y persecuciones por
parte de militares, policías y paramilitares, a las que se sumaron
el saqueo y las confiscaciones de otros medios de comunicación, el
apresamiento de varios periodistas y el exilio 'obligado' de decenas
de profesionales. En medio de masivas protestas sociales, a punto de
perecer por asfixia, la rotativa de La
Prensa se
detuvo en octubre del pasado año.
Las
primeras informaciones que circularon, procedentes de fuentes
gubernamentales, fueron recibidas con división de opiniones. Hay
contento pero sin alborozo: las relaciones siguen muy deterioradas y
pocos creen en una solución estable y duradera. Las heridas deben
ser muy crudas como para que cicatricen sobre la marcha. Las dudas
están afincadas en la sociedad nicaragüense. De hecho, el
levantamiento del embargo queda supeditado al pago de deudas
pendientes. Es fácil deducir que cuando un régimen totalitario se
propone un cierre o una sanción de este tipo, con tal silenciar,
intimidar y callar, si dispone de recursos, lo querrá prolongar como
sea para seguir sintiéndose cómodo. Y campando a sus anchas. El
ejemplo: el Gobierno anunció la liberación de más de noventa
toneladas de papel prensa, tinta, plancha y otros insumos, pero la
condicionó al abono de una deuda que medios como La
Prensa no
generó, sino que era debida a la retención de esos materiales,
bloqueados en la aduana general.
Pero,
al cabo de quinientos días, la voz del pueblo, a duras penas, se
sigue escuchando. Las dictaduras siguen sin enterarse de que nada es
para siempre. Y que quien resiste, gana.
1 comentario:
¡Qué pena!, con la esperanza que uno vivió el triunfo de la revolución nicaragüense para llegar a esto; para que Daniel Ortega se convirtiera poco menos que en un nuevo dictador.
Publicar un comentario