El comportamiento de algunos
gobernantes antes de y durante la pandemia ha dejado mucho que
desear. Demasiado corta su estatura política. En la más difícil e
incierta de las situaciones que vive la Humanidad han demostrado no
estar a la altura de las circunstancias. Entre la dejación, un
cierto pasotismo, sin altura de miras y con bastante
irresponsabilidad, han acreditado conducirse con mucho de capricho y
de unipersonalismo… para terminar cediendo a la cruda realidad,
cuando no poniendo en riesgo su propia vida, como el caso de Boris
Johnson.
Un nivel de mediocridad cuando
el mundo más necesitaba de entendimiento, temple y coherencia
política. Cierto que la pandemia desbordó y que no había
previsiones ni manuales para hacer frente a un fenómeno de este tipo
de dimensión universal. Pero muchas decisiones no se correspondieron
con lo que cabía esperar. Y transmitir, porque hasta en eso, en los
mensajes cuando ya el mal y el miedo se habían extendido
notablemente, los líderes fallaron o no acertaron. Si a eso se le
añaden debilidades como los sistemas nacionales de salud pública o
la superpoblación y la fragilidad estructural de los Estados, su
guía no ha sido lo tranquilizadora y creíble que se esperaba y
necesitaba.
Los más pesimistas o
escépticos estarán preguntándose en qué manos esta el mundo. Y a
dónde nos llevan. Porque la pandemia va para largo. Vino para ser
contendida o combatida pero se ha encontrado con gobernantes que
parecen obrar con inconsciencia. ¿O cómo calificar decisiones como
la de Donald Trump congelando o retirando recursos a la Organización
Mundial de la Salud en plena crisis?
Por estos pagos se decía,
cuando había comportamientos estrafalarios, ¿qué habrá en esa
cabecita?
Día 32 de la alarma
La
primera llamada de la mañana es la de Juan Domínguez del Toro,
viejo amigo, desde la Transición política, empeñado además, casi
desde entonces, en gestionar el Carnaval santacrucero con algo más
que una comisión municipal de Fiestas, encantado con una entrevista
a Felipe González que acaba de escuchar en Radio Nacional de España.
“¡Qué visión! Lo que es ser un estadista”, comenta. Se le oye
tan entusiasmado que no nos atrevemos a preguntarle si ha dicho
alguna de esas frases que le reprochan los propios hasta convertirle
en carne de cañón en las redes sociales. Insiste en que accedamos a
la entrevista, como sea, que merece la pena.
Como
va a ser un día de radio, lo hacemos más tarde, en
podcast,
personalizado y descargable desde el propio sitio web de la radio
pública. González, después de señalar que la recesión provocada
por el virus de no debe convertirse en una gran depresión, señala
que “ahora hay más mimbres para el acuerdo que cuando firmamos los
Pactos de La Moncloa”. Es una aportación discutible pero se debe
tener en cuenta.
Informan
de que Manolo Artiles, intervenido con urgencia tras un derrame
cerebral, ya está en planta. La recuperación será lenta y costosa,
nos dicen. Al mediodía, participamos en la tertulia de COPE Tenerife
dirigida por Guillermo García Saavedra, junto a Carlos Tarife y
Jaime Hernández Abad, precedida siempre de la sintonía que se
corresponde con el “Cada loco, con su tema”, de Joan Manuel
Serrat. A esa hora, ya son casi cien las visitas a la entrada en el
blog que hoy va del azote de la desinformación, según atinada
definición de Antonio Guterres, el portugués secretario general de
la Organización de Naciones Unidas. Su diagnóstico sobre esa otra
pandemia es contundente: hay que esmerarse para contenerla porque la
humanidad también está en peligro.
Alguien
pregunta en la farmacia por mascarillas. No hay, pero otro cliente le
advierte que efectivos policiales las están distribuyendo en la
estación de guaguas. Hacia allí debió ir la señora. Hacia el
muelle seguimos nosotros. Como siempre, el muelle y sus alrededores
reconfortan a cualquier portuense. El mediodía es luminoso. El azul
atlántico luce. Ánimo para los taxistas que saludan y preguntan.
Hay hasta tres emisoras en las radios encendidas. Unos minutos de
espera en la panadería, en cuyos exteriores se ordena la cola: solo
puede entrar una persona en el interior del establecimiento.
Personal
del servicio de la consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias
hace pruebas y consultas en residencias de mayores. Han empezado por
el Hogar Santa Rita en Las Dehesas, según vemos en “TeleCanarias”.
Y como no hay día sin polémica política (la gente está
verdaderamente cansada de las paparruchas y de las diatribas entre
dirigentes), llama la atención el cruce entre el portavoz
ultraderechista, doctor Steegman, quien acusa al Gobierno de
convertir España “en un gigantesco tanatorio”, y el ministro de
Sanidad, Salvador Illa, quien muy digno se defiende: “Si no quieren
colaborar, si no quieren sumar al esfuerzo colectivo para vencer al
virus, como mínimo no desinformen”.
Pero
para polémica, el anuncio del inefable Donald Trump, congelando los
recursos dedicados a en los presupuestos de USA a la financiación de
la Organización Mundial de la Salud (OMS). Hay que cuestionarse cómo
se puede obrar así en circunstancias como las que concurren.
Tremendo. Hacia dónde va Trump. Proa al marisco.
Otra
intervención radiofónica, en Ycoden Daute Radio, que pita muy bien
(así se decía antes en la jerga) en el noroeste insular. Dirige
Narciso Ramos. Interés por la repercusión de la posición fijada
por la Asociación de la Prensa de Tenerife en torno a las
alternativas que hay que buscar a las medidas derivadas de la
aplicación de los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo
(ERTE) en el sector de la comunicación. Una vez más defendemos que
las empresas son libres para determinar su política de personal y
recursos humanos, haciendo uso de la Ley sobre todo, pero deben tener
en cuenta la protección del empleo atender el objetivo de sacar
productos informativos dignos porque la opinión pública lo precisa.
Terminamos ahí con una pregunta: ¿acabará la pandemia con los
periódicos impresos?
Aplauso
puntual, a las siete, con saludos de balcón a balcón. La jornada
termina con un documental en La 2 (RTVE) sobre The Beatles. ¡Cielos!
Se han cumplido ya cincuenta años de su separación. Y ya han
muerto dos de sus componentes. No gustaría escribir eso pero hay que
decirlo: qué viejos nos estamos haciendo.
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