Garantizar
la seguridad sanitaria en los viajes y alojamientos es indispensable
en la nueva etapa que ha de afrontar el negocio turístico tras la
pandemia. Es positivo ir hablando de ello en tanto se van sucediendo
informes y análisis sobre las consecuencias, que convergen,
naturalmente, en que será un año muy negativo, con pérdidas
milmillonarias y la práctica destrucción de la mano de obra. El
problema se agrava porque en los países de mercados emisores la
situación no es mejor y reactivarlos será costoso. Habrá que hacer
esfuerzos ingentes para superar prejuicios y transmitir credibilidad.
En
ese sentido, previendo un largo y lento proceso de recuperación,
cuanto antes se ponga en marcha un plan de choque específico para la
industria turística, mejor. Este plan, sustentado en inversión
pública y privada, con participación de administraciones públicas
y agentes sociales, debe atender en sus objetivos preferentes la
supervivencia y una oferta cualificada basada en servicios más
sostenibles. Miren por donde, la innovación de la que tanto se ha
hablado desde hace años va a tener ahora cancha obligatoria.
Una
vez asegurada la conectividad, habría que ir pensando en la
modernización de los sistemas de transporte y restauración. Ya
hablamos días pasados de la respuesta que han de dar las aerolíneas
si se las aplica medidas de seguridad en las cabinas de los aviones
que obligarán a reducir su capacidad y harán que los precios de los
billetes, previsiblemente, se encarezcan. En los hoteles, la
instalación de sistemas de protección ultravioleta para impedir o
frenar los virus, será obligatoria. Los titulares de restaurantes
tendrán que moverse lo que nunca ante la más que probable adopción
de dispositivos con los que verificar la protección
higiénico-sanitaria de los usuarios, independientemente de respetar
la separación física de mesas y sillas. Así que la reducción de
espacio será inevitable. En Canarias, los guachinches también se
verían afectados.
El
caso es que ese plan de choque ha de ir caracterizando un proceso de
cambio en el sector que seguirá teniendo como norte la
competitividad, solo que esta vez con otras exigencias. Desde ese
punto de vista, quizá la crisis sea una gran oportunidad. Incluso
para pensar en una regularización de la oferta: es probable que
sobren camas. Entonces, surgirá la pugna por sobrevivir y ahí los
mejor posicionados, antes que los más atractivos o los más baratos,
serán los que capten clientela. Atentos, en este sentido, a una
obligatoria revisión de los esquemas promocionales.
En
definitiva, habrá que aplicarse en la confección y consolidación
de nuevos modelos. Se viene hablando de concentración de empresas y
marcas y aunque a primera vista produzca rechazos en más de un
destino, habría que comprobar, de consumarse, cómo se traduce,
cuáles serían los beneficios prácticos y cómo incidiría en la
reactivación del empleo, un aspecto que no podemos perder de vista
pues para algo se han tramitado ciento cincuenta mil Expedientes de
Regulación Temporal Hay quien está convencido de algunas
producciones se descentralizarán y ello potenciaría el concepto
“glocal”, de modo que generaría más recursos. Veremos.
El
caso es que quien siga pensando en esperar al cliente en la puerta de
entrada, parece condenado al fracaso.
Día
37 de la alarma
Desde
algún inmueble cercano trasciende una voz potente, a toda garganta,
que entona el “¡Cumpleaños feliz!”. Alguien celebra su
aniversario, siguen aplausos. Son las primeras señales vitalistas de
la jornada. Siquiera intramuros.
A
mediodía, llama Pepín Castilla, el sin par Pepín, quien dice una
frase de las suyas, no tan relevante como aquella que dio la vuelta
en los círculos deportivos de la ciudad hace años: “¡Háganlo
municipal!”, a propósito de una crisis en el Club Deportivo Puerto
Cruz; pero sí muy llamativa:
-Yo
leo el periódico todos los días. Pero solo las letras grandes.
Y
así se va enterando de todo. Porque hasta distingue hy selecciona
los telediarios, según confiesa: al mediodía se queda con el de
Antena3 y por la noche, mientras cena, con el de RTVE. Un episodio
que le ocurrió días pasados: acude al hospital a una consulta y
cuando regresa al Puerto, al llegar al Botánico, le llaman para
decir que se había dejado allí sus gafas. Nada: tuvo que volver en
su busca. Ahí sigue traquinando. Y comiendo sano.
En
pleno debate sobre cómo habrían de salir los niños, si es que
finalmente se aprueba la medida, el presidente del Gobierno de
Canarias, Ángel Víctor Torres, propone una vuelta a la normalidad
escalonada, manteniendo restricciones y controles tantos en puertos
como aeropuertos. Sigue acreditando temple el presidente que ha
priorizado la atención en la incidencia de la pandemia sin desdeñar
otros asuntos políticos que merecen el interés del ejecutivo. Por
ejemplo, el de la reanudación de la actividad productiva. Admite, en
ese sentido, que los hoteles de las islas no pueden esperar a finales
de 2020 para abrir nuevamente sus puertas.
Tenerife,
con 505, es la isla con más profesionales sanitarios contagiados, un
1,68 % del total de los treinta mil trabajadores con que cuenta el
Servicio Canario de Salud. En otra estadística se habla de casos
positivos por municipios: Tacoronte, con ochenta, la encabeza. En la
isla, según datos oficiales, son ochenta y uno los fallecidos.
Los
miembros del equipo técnico que comparece en La Moncloa premia con
un espontáneo aplauso la impresión que transmite el general de la
Guardia Civil que cometió un lapsus el día anterior sobre los
cometidos del cuerpo durante la pandemia. “No hay ideologías, lo
primero son las personas”, afirma. Pero el asunto no se quedará
ahí: los grupos de oposición pedirán más explicaciones en sede
parlamentaria.
El
último Pacharán alavés de una botella que andaba en el estante
desde la noche de los tiempos, antes de la siesta, interrumpida por
los polítonos del “guasapismo” incesante. A su término, cuando
el sol de la tarde acaricia los pisos y las paredes húmedas,
reflejándose con luminosidad, vuelve a sonar el “¡Cumpleaños
feliz!”. Debe proseguir la celebración, intuimos.
Teodoro
Ríos no ceja en su empeño de llevar al cine la historia de los
guanches. Ya hay un guionista de postín predispuesto. Lo anunciará
como debe hacerlo más adelante. Teo, miembro de una saga de artistas
que brillaron en distintas modalidades, es perseverante y vuelca en
este proyecto todo lo que ha ido acumulando tras consultar en
infinidad de fuentes e imaginar unos capítulos de nuestra historia
para darles forma y secuencia. Gran proyecto, por el que vuelca
lágrimas, como contamos aquí hace meses, tras verle exponer en
directo.
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