Pasó
el Día Mundial de la Salud sin que hubiera una celebración
especial. Hay ocupaciones prioritarias. Y, en cualquier caso, el
aplauso vespertino que a diario se escucha desde terrazas, balcones y
ventanas, acaso sea la mejor prueba de reconocimiento a la abnegación
y a la profesionalidad de su trabajo, el de los sanitarios, que lo
reciben compartido con otros colectivos y servidores públicos y
privados que se han dejado y se están dejando la piel para
sobrellevar y contener la pandemia.
Pero
es en los sanitarios donde hoy queremos poner el foco. Porque “no
somos héroes, somos víctimas”, tal como expresó el doctor Gabi
Heras, de un centro hospitalario madrileño, volcado en una tarea que
ya dura semanas. “No
somos héroes -dice al relatar su experiencia- porque nosotros
elegimos voluntariamente nuestro trabajo
y
lo único que queremos es poder desarrollarlo de la mejor forma
posible. Sin heroicidades, con profesionalidad. Y
sí somos víctimas. Porque cuando uno va a una lucha tiene que ir
con armas, con un escudo, con recursos humanos y técnicos para
defenderse.
Y
en esta pandemia no hemos tenido suficientes. No los han puesto a
nuestra disposición”.
Claro
que habrá casos como el del doctor Heras, cientos, miles, muchos. Y
como los médicos, las otras escalas del personal sanitario. Algunos
han dejado la vida en el ejercicio de sus funciones. Los más, han
atesorado una experiencia singular que les marcará para siempre.
Cuentan que muchos precisan de atención psicológica y otros muchos
tratan, con ayuda de terceros y con su propio esfuerzo, evitar
incurrir en depresión o estrés postraumático. Seguro que la
experiencia es de tal dimensión que muchos sanitarios se estarán
planteando su futuro. Se entendería. Por eso tiene razón de ser la
afirmación del doctor Heras: los sanitarios, sin dejar de ponderar
su entrega y su responsabilidad, también son víctimas, sobre todo
cuando han tenido que luchar con carencias y limitaciones.
Pero
nadie dejará de valorar su papel en el curso de la pandemia que
requiere también de mucha paciencia. Gracias, sanitarios, muchas
gracias.
Día
24 de la alarma
En
efecto, este martes se conmemora el Día Mundial de la Salud. Es el
día de la humildad y paciencia, si la Semana Santa discurriera por
su orden natural de cultos y celebraciones. Habrá que conformarse
con las campanas recordatorias.
Temprano
aparece el repartidor de butano, después de que los operarios del
servicio de recogida de residuos luzcan en su tarea vestimenta
protectora.
Entre
los primeros mensajes de la mañana, hay uno conmovedor: “Se nos
muere la mejor de las generaciones que ha tenido nuestro país.
¡Los vulnerables se nos van!”. Viene firmado con una iniciales,
FJGP. “Se van sin poderles dar un merecido adiós a los que menos
merecen irse sin ser meritoriamente elogiados. ¡Hasta siempre
valientes!”, escribe en el fragmento final del mensaje.
Emocionante, sí señor.
Como
también lo es la escena de media mañana, bajo el balcón, en torno
al cono superviviente de no se sabe qué. Un equipo de Caritas
Diocesana baja de un furgón y a los pocos minutos ya está
informando y atendiendo a un ciudadano extranjero, barbado y de
abundante melena rubia, que deambula y precisa ayuda, está claro. Se
entienden en inglés. No sabe dónde vive. ¿Se estará quedando al
raso? ¿Junto a una embarcación quizá? El personal de Caritas trata
de orientarle y hasta le ofrece picadura de tabaco, antes de dejarle
una garrafa de agua y una bolsa con alimentos. La escena se repite
minutos después, con otro (presumible) extranjero, descamisado y
cubierto por un sombrero de estilo mejicano. Le ofrecen una bebida
caliente que sorbe sin apenas detenerse. Después de acerca al furgón
y le dicen que se separe. Acepta de muy buen grado, como si estuviera
advertido de la distancia social. Se van, también el personal de
Caritas, tras el enésimo servicio en plena calle.
No
se escucha por la tarde la voz del barítono o tenor invisible. El
día anterior nos había dejado con fragmentos de la aria de la ópera
Rigoletto,
‘La donna é mobile’. ¡Quién iba a decir que tendríamos
tan cerca, en este peculiar escenario, a Giuseppe Verdi!
El
canto, el ensayo, lo que sea, tras bambalinas de pisos o
apartamentos, proporciona un especial sentido musical a las largas
jornadas de confinamiento. Hoy, por fortuna, parece remitir el
encendido tono de los intransigentes y odiadores de una red social.
Acaso habrán tenido en cuenta la manifestación del presidente del
Partido Socialdemócrata portugués, líder de la oposición y ex
alcalde de Oporto, Rui Fernando de Silva Río, cuando en un discurso
memorable se dirigió al actual presidente del Gobierno, Antonio
Costa: “Le deseo coraje, nervios de acero y mucha suerte. Porque su
suerte es nuestra suerte”.
Esto
sí que es patriotismo de verdad.
2 comentarios:
¡Excelente relato!
Como se ha señalado muchas veces, desgraciadamente en la política española no hay adversarios hay enemigos y como dijo Bilardo "al enemigo ni agua".
Ojalá aprendamos de nuestros vecinos.
Un saludo
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