Se ha abierto el debate sobre la utilización de aceras o porciones de la vía asfaltada con el fin de compensar a los establecimientos, bares y cafeterías, afectados por las determinadas restricciones de los gobiernos autonómicos relativas a impedir despachar y consumir en el interior de aquéllos. Para tratar de subsistir se les permite a los propietarios una ocupación muy sui generis de la vía pública. Les parece insuficiente ese nivel de permisividad, por supuesto. ¿Qué pasa con quienes no tienen espacio o margen para una habilitación, por supuesto provisional? Es probable que muchos afectados participaran en la mañana de ayer en una concentración de vehículos o manifestación rodante que se desarrolló en la capital tinerfeña.
Pero el debate va más allá de la coyuntura económica y financiera. Cierto que las demandas sociales, desde que fue declarado el estado de alarma en nuestro país, han incidido en la necesidad de disponer de zonas peatonales y estanciales. Y hasta de aceras más anchas. La posibilidad de disfrutar de un espacio público de calidad abunda en lo que debería plantearse en los ámbitos técnicos e institucionales: rediseñar ese espacio público en muchas localidades. Bien es verdad que tal objetivo choca día tras día con un uso abusivo del coche y con esa ampliación concebida para mitigar el efecto de la crisis en el subsector hotelero.
En un interesantísimo trabajo de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) que firman los los profesores Cristina Fernández Ramírez, Isabel González García y Rafael Córdoba Hernández, se señala que “el espacio no es infinito y la incompatibilidad de ciertos usos hace que debamos priorizar unos sobre otros. El peatón sobre el coche. El peatón sobre la economía. Como propuesta: aceras más anchas donde poder mantener la distancia física, más zonas verdes, más sitios donde estar fuera de casa. Como solución: restar espacio al coche a favor del peatón”.
Y ese es, naturalmente, uno de los nudos del debate. La invitación a reflexionar sobre la utilización o el aprovechamiento del espacio público está servida. En la investigación de los profesores de la UPM, se alude a las relaciones entre la superficie de calzada, acera y espacio construido. Proponen intervenciones para mejorar y adecuar el uso al peatón. Una de ellas consistiría en el rediseño. Pensadas para espacios que contaban con zonas estanciales en las aceras y anchas calzadas para el vehículo privado. Promueven la apropiación del espacio para nuevos usos (terrazas, zonas de juegos, vías de transporte público prioritario, carriles bici) y su mejora bioclimática. “Así, el peatón podría adquirir una nueva dimensión en la ciudad. Sentirla de otra manera. Hacerla suya”, dicen los investigadores.
En el debate hay que incluir los factores medioambientales y de seguridad. Hasta ahora, el concepto aceptable era que la calle acogía contaminación y molestias (escapes, humos, malos olores…) y, por tanto, estar tan cerca o a la altura de esas causas nocivas, no era nada favorable. Los riesgos de un impacto o una colisión, por muy limitadas que estén las velocidades o por muy bien señalizadas que estén las protecciones de las zonas habilitadas para consumir, son evidentes.
No es fácil, desde luego, encontrar el equilibrio entre acera y calzada. Los ajustes de tamaño y funciones son importantes. Damos por hecho que habrá soluciones diferenciadas según anchos de acera y calzada atendiendo a las necesidades de los nuevos usos. Además, podrían desarrollarse diseños integrados e incluso generar soluciones adaptadas y específicas para cada barrio o distrito. Pero las actuaciones han de combinar medidas a corto, medio y largo plazo, aún cuando este que podría considerarse urbanismo táctico no debería ser una solución recurrente, si se piensa en ciudades para las personas.
Todo dependerá, parece claro, de la evolución de la pandemia.
Nota del autor (Nda).- En relación con la entrada de ayer, relativa al podcast introducido por la Cadena SER, la compañera Carmen Julia Hernández Mederos nos hace ver que Radio Nacional de España ya viene utilizando esa fórmula desde hace muchísimo tiempo y que incluso dispone de programación específica solo en podcast. Dicho queda: a la radio pública, lo que le pertenece.
2 comentarios:
Llueve sobre mojado. Más allá de la ocupación provisional de las aceras o de aparcamientos para que sobreviva algún negocio, ya hace tiempo que muchas inversiones para la mejora de las calles y las plazas han servido para la ocupación de esos lugares por parte de terrazas de bares o restaurantes. Sólo hay que pasear por muchas aceras y plazas del Puerto: la Plaza de La Peñita ocupada en su totalidad por las terrazas o en el Camino de la Costa donde en algunos tramos no te puedes asomar al mar, pegadas como están las terrazas a la barandilla.
Buena parte de las mejoras que se ofrecen tras las intervenciones en la ciudad están orientadas al consumo más que a disfrutar paseando.
Hay que recuperar un urbanismo para paseantes y no para peatones. El paseante deambula por la ciudad, el peatón circula.
Un saludo
Ricardo Soriano
Muy buen artículo. Muy buena reflexión. Aún estando de acuerdo en gran parte tampoco podemos olvidar que la circulación de vehículos también da vida a ciertos establecimientos y evita que todas las compras se hagan en grandes centros comerciales con facilidades de aparcamiento, accesibilidad y oferta comercial muy atrayente. Es difícil el equilibrio pero hay que intentarlo. Las ciudades tienen que ser para vivirlas.
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