Muchos de ustedes recordarán La Clave, título de un espacio televisivo de debate que seguía a la proyección de una película relevante. Lo dirigía José Luis Balbín, un periodista destacado que se esforzó durante mucho tiempo en enseñar a debatir, a ser críticos, a diseccionar y reflexionar sobre la actualidad. En el advenimiento de la democracia y sus primeros hitos, el programa creó escuela, generaba opinión y Balbín, con su inseparable cachimba, se convirtió en una muy respetable referencia semanal desde la pequeña pantalla. La experiencia se transformó en ambicioso proyecto: La Clave, en edición impresa, una revista de información general y de pensamiento de la que circularon trescientos setenta y nueve números entre abril de 2001 y julio de 2008, cuando cerró por falta de financiación. La denominación completa era La Clave de la opinión pública y sus lemas: “Oír, ver y contarlo” y “Ni neutrales ni sectarios”.
Al cabo, en estos tiempos de desazón e incertidumbre para la profesión periodística, Balbín ha afirmado que el periodismo ha perdido su esencia. Sus diagnósticos son muy certeros e invitan a ser tenidos en cuenta:
“Los tiempos modernos, las nuevas tecnologías, nos llevan diariamente a una sobredosis de información difícil de digerir y entender. Los mensajes breves, los titulares atropellados y la falta de objetividad son el pan nuestro de cada día. Ahora se va más a la inmediatez de la noticia, pero no se profundiza en ella. No obstante, soy optimista y como ya he dicho en alguna ocasión, confío que esta bendita profesión recupere el prestigio que tuvo en otros tiempos”, ha escrito.
El director de El Confidencial, Nacho Cardero, licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, ha ponderado estas apreciaciones de Balbín –con el que colaboró en La Clave- para acercarnos a sus diagnósticos, incluso tirando de memoria. En la actualidad –precisa- circula mucha información pero falta contexto. “Tenemos muchos datos, pero falta interpretación, no conseguimos introducirlos en marcos más amplios que les den sentido. En alguno de sus artículos, el profesor Marina nos animaba a ir un paso más allá de la 'sociedad de la información' y trabajar para alcanzar una 'sociedad de la comprensión', desde un nuevo humanismo y la filosofía del presente. Las informaciones despachadas rápidamente, sin comprensión ni análisis, devalúan la labor periodística, decía.
Su conclusión es que “nos equivocamos si creemos que la culpa es solo de las nuevas tecnologías. Las nueva autopistas digitales facilitan que la población esté más informada, no mejor, que nunca. La culpa es nuestra, de los profesionales que no dedicamos a la cosa”.
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