Para hacer una revolución hay que tener, entre otras cosas, convicciones muy sólidas. Y que las adhesiones sean inquebrantables. Luego, un plan de acción perfectamente secuenciado de modo que quienes defiendan el statu quo se vean abocados a la cesión, hasta más ver. Si estos reaccionan con fundamentos y eficacia, si van sumando adeptos y si terminan virando el parecer de quienes inicialmente se alinearon entre los revolucionarios, la iniciativa se desinfla.
Esta podría ser la síntesis de lo ocurrido con la nonata Superliga, el sueño de Florentino Pérez, presidente del Real Madrid. Ha durado lo que el famoso dulce en la puerta del colegio. Las reacciones no se hicieron esperar y lo que parecía un avance para transformar el fútbol –mejor dicho, sus estructuras y estrategias de negocios- a paso de poderosos vencedores, se chafó en una frustración que, ya se verá, obligará a revisar y renegociar.
Demasiados intereses económicos –y de los otros- en juego como para dejar pasar desde las instituciones responsables. La pandemia ha hecho mella, también en el fútbol, y ante las caídas forzadas o precipitadas, la salida a la crisis, con mucho de revolucionaria, no será la que se había fraguado. Ya se verá: quizás sirva para dialogar y para transar alguna fórmula pero por ahí se debía haber empezado, en los escenarios apropiados, después de un largo introito mediático que revolvió los patios de aquí y de allá.
Ahora ya, desconfianza, recelos y no descarten represalias, que en la trastienda hay movimientos de todo tipo. Los derroches de gastos han ido menguando la capacidad de gastos de quienes parecían disponer de una hacienda infinita o de unos créditos inacabables, sustentados en el nombre y en la historia. Algunos dirigentes coinciden en que el momento es crítico: o se buscan más ingresos o habrá menos fichajes, por citar solo la consecuencia más al alcance.
No habrá Superliga y ya veremos sin el fútbol modesto sale ganando. De momento, los poderosos revolucionarios se han encontrado con un freno a su propuesta transformadora. Saben que el fútbol es un negocio pero los pilares actuales sobre las que está asentado no ceden pulgadas.
Hay que tener convicciones y un plan de acción asumible y viable. Parece que eran exigencias demasiado pesadas. Aquella canción: “Para subir al cielo se necesita/ una escalera grande/ y otra cosita”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario