jueves, 20 de mayo de 2021

¡FATAL!

 

Hay fotos que, en el contexto de una tragedia, de una guerra o de una crisis humana, simbolizan valores y significan la esencia de la solidaridad. Al mismo nivel habría que colocar, en este sentido, dos que han dado la vuelta al mundo y que han permitido conocer el alcance del drama migratorio en África, en el episodio de Ceuta: la de un Guardia Civil que salva la vida de un bebé que su madre portaba en la espalda para alcanzar territorio español cruzando el mar y la de una voluntaria de la Cruz Roja acogiendo y consolando a un joven que alcanzó a nado la costa.

Comentemos la segunda por las repercusiones que ha tenido, especialmente en redes sociales. La que debería ser prueba gráfica para estimular la esperanza y la alegría, para reconocer esa siempre importante atención en los primeros instantes, el primer consuelo después de un trance en el que ha estado en juego la propia vida, se ha convertido, lastimosamente, en la multiplicación de sentimientos de odio, de racismo y hasta de machismo insolente, hasta el punto de que la voluntaria cruzrojista ha tenido que cerrar sus cuentas para impedir el acceso de de desconocidos que vertían toda clase de improperios, insultos, amenazas y descalificaciones. No solo de ella sino de sus familiares y amigos. Con permiso del poeta, esta es la España que hiela el corazón.

Cómo habrá sido, que una de las redes, después de que varios medios publicasen la decisión de la joven, hizo circular la etiqueta #Gracias Luna para reconocer y agradecerle su gesto humanitario.

Estas imágenes y muchas otras, la práctica transmisión en directo de los sucesos de Ceuta, han servido, por cierto, para poner en evidencia a quienes concibieron una estrategia de instrumentalización de seres humanos, muchos de ellos menores, para acabar vulgarizando el chantaje. Les ha salido el tiro por la culata: la comunidad internacional ha reprobado los métodos, tan visibles –eso de la policía marroquí abriendo las verjas del paso fronterizo cantó demasiado- que han terminado despertando el más absoluto de los rechazos.

Y también se ha autorretratado solo –es inaudito que no haya recibido más críticas mediáticas- quien habló de que “nos invaden soldados”. Habráse visto. Pero no importa: le seguirán llamando e invitando a soflamas y dicterios.

En todo caso, lo sucedido con la voluntaria cruzrojista pone de relieve, una vez más, la desnaturalización y el uso perverso de las redes sociales. Mentir, tergiversar, confundir, descalificar… nunca lo tuvieron tan fácil, con potentes herramientas en sus manos, para hacer circular pensamientos incalificables. Seguro que más de uno, encima, se quejará de falta de libertad de expresión.

¡Fatal!


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