Bellas, bonitas, naturales, atractivas, dignísimas de primeros planos, sonrientes o serias, qué más da, si los valores confluyen en perfiles estéticos que despiertan admiración.
Zoilo López Bonilla, Zoilo Lobo, las conservó así, en el siempre sugerente blanco y negro de toda la vida y ahora nos las devuelve sin mácula, tal cuales, luciendo en carnavales, en romerías, en correrías de juventud o madurando, con esos gestos que el tiempo no borró y con las miradas a cámara para exaltar la sorpresa, la templanza y hasta la lozanía tan característica de una fase existencial.
Zoilo ha vuelto a casa, al Instituto, con parte de un nutrido archivo, conservado hace varias décadas y para alumbrar ahora sin nostalgia no que cualquier tiempo pasado fue mejor sino que nosotras, las de entonces, ya no somos las mismas, parafraseando a Neruda, pero conservamos –dirían ellas- encantos y hemos recorrido la vida con sus experiencias, con sus adversidades, con sus momentos gratificantes, en casi todos los casos con retoños que florecieron y les dimos la calidez materna, acaso un don inigualable en esa densa trayectoria.
El autor, licenciado en en Historia del Arte, nos ha traído, en su viaje anual desde Catalunya, Féminas, un canto a la lindura y a la sutileza, más de treinta revelados con los que, de alguna manera, nunca se alejó del Puerto, de aquellos ambientes que vivió desde una óptica privilegiada. Tiempos de esplendor y de garbo. También de donaire. Y de ocurrencias. Aquí están las pruebas.
Las captó con sentido de la oportunidad, las plasmó con el esmero que descubrió con el paso de los años. Porque en aquel momento pudo ser un disparo, una visualización fugaz. Pero ahora son la prueba de que el trabajo fotográfico tiene una recompensa a posteriori, sobre todo sentimental, que ha de ser valorada en su justa medida para contrastar, entre otras cosas, hábitos, modos y costumbres, para descubrir los reflejos de una época en la que vivimos/vivieron con las ilusiones propias de la pubertad o de la adolescencia.
Sabido es que atravesamos una época en la que se profundiza una crisis de la civilización, lo cual implica, en alta medida, la caída y la pluralización de los semblantes. Se constatan cambios en las concepciones, modos de ser, en los goces y las identificaciones sexuales, en los semblantes del ser mujer y del ser hombre, cambios en los modelos de familia y en las relaciones que establecen las mujeres.
Por eso, Féminas es una colección, esencialmente el retrato de una época, pero válida para acercarnos al feminismo que explica qué es una mujer, por un lado a partir de un discurso esencialista que plantea una diferencia sustancial con el hombre; y por otro, desde el concepto género que sustenta los comportamientos y los papeles de hombres y mujeres, la feminidad y la masculinidad, como producto de determinaciones socioculturales e históricas que, actualmente, se están transformando.
Zoilo nos debía esta serie después de que el año pasado rescatara a portuenses y personajes populares de toda condición que se divirtieron, trabajaron y ambientaron un Puerto único, sin exageración. Entonces no había mujeres y seguro que más de una lo reprobó. Aquí salda su deuda, nos devuelve a la ciudad bulliciosa y laboriosa. Pero, sobre todo, a las mujeres bellas, bonitas, naturales, atractivas y dignísimas de primeros planos, los que el fotógrafo busca y atrapa a veces sin querer pero a veces también con un resultado óptimo.
Creemos que es el caso de Féminas. El primer plano es aquel que en un retrato va desde la frente de la persona hasta la barbilla, aproximadamente. Cuando se amplía, cobramos cierto grado de intimidad y realismo, con el gesto o el rictus exacto, ya que estaremos muy próximos a la mirada de nuestro retratado, y eso nos hace ganar en cercanía.
Si se fijan, gana la expresividad. Si un rostro termina siendo protagonista total de la foto, el plano tendrá sus puntos clave. La emoción que se exprese, ya sea de sorpresa, miedo, felicidad, duda, amor, enfado, ira o tristeza, eso es lo que se va a resaltar. Si nos acercamos a la persona y fijamos el objetivo, se adivinará, como primera consecuencia, la tensión, lo lúdico y hasta el dramatismo.
Lo cierto es que del archivo de Zoilo Lobo, emergieron las Féminas de su inspiración, cámara en ristre. Hoy nos refresca su mirada, su sonrisa, sus tics, esas emociones que parecían perdidas pero que estaban ahí, como suele decirse, para la posteridad. Todas se alegrarán de verse.
Y como en aquella canción de Barbra Streisand, The way we were (Tal como éramos, en español), contemplamos “Imágenes dispersas/ de las sonrisas que dejamos atrás,/ sonrisas que nos dimos el uno al otro,/ por la forma en que estábamos./ ¿Puede ser que todo fuera tan simple entonces?/ ¿O el tiempo ha vuelto a escribir cada línea?”.
Como que Zoilo tiene la respuesta.
1 comentario:
Excelente artículo. En nombre de Zoilo y en el mío propio, muchas gracias y felicidades por la acertada descripción de la época. Carmen y Zoilo
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