viernes, 7 de mayo de 2021

PENSAMIENTO CRÍTICO

 

La profesora de la Universidad Camilo José Cela, ex directora del Instituto Superior de Promoción Educativa de la Comunidad de Madrid y subdirectora general de Educación Especial en el ministerio de Educación, María Antonia Casanova, eleva, en un interesantísimo trabajo, la disyuntiva: ¿pensamiento crítico o memorización? El primero es lo contrario a la memorización sin sentido. Y ahí es cuando se plantea que la posibilidad de cuestionar –y cuestionarse- la utilidad de ciertos conocimientos brota de la capacidad de pensar autonómamente.

Es evidente que en la sociedad del conocimiento o de la información hay que estar preparado para digerir el inmenso volumen de datos e informaciones que circulan en medios, Internet y redes sociales. El sistema educativo, por tanto, no puede permanecer ajeno: cualquier circunstancia que incida en la realidad social ha de escrutarse con rigor, y no solo en los foros donde se debaten planes de estudios sino en el interior de las aulas donde se imparten enseñanzas y quienes las reciban deberían procesar desde aristas críticas, intercambiando puntos de vista, cotejándolos y confrontándolos.

Para hacernos una idea, citemos a la la investigadora de Neurociencias y su aplicación en selección y capacitación de Recursos Humanos, especialista en la detección y formación de personas con altas capacidades y talentos excepcionales, Beatriz Pizarro, quien nos pone en guardia: “El volumen de noticias e información que manejaba un hombre del siglo XVI en toda su vida era inferior al que cualquier persona actual puede leer una edición del The New York Times del domingo”. La apreciación es imponente. Traducida, según Pizarro: con un simple clic –ya lo hemos escrito, vivimos a golpe de clic- es posible disponer de tres millones de respuestas a la pregunta, por ejemplo, si la educación está estancada. Seguro que, una vez formulada, la primera afirmación que se nos ocurre es que sobra información. Y claro, el problema se agrava porque hay que preguntarse qué hacer con tanta respuesta y si es fiable toda esa información. Por supuesto, ¿cuál responde a nuestros intereses?

Todo ello nos conduce a discernir sobre la modalidad de formación que realmente necesitan las generaciones de nuestro tiempo y del futuro para desenvolverse de forma autónoma en la sociedad, de modo que “les resulte posible acceder en igualdad de oportunidades a los distintos ámbitos en los que se desarrollará su vida para poder participar como ciudadanos sin menoscabo de sus libertades”, escribe María Antonia Casanova.

El pensamiento crítico es indispensable, sobre todo si quiere borrar las sombras del estancamiento aludido. La memorización sirve, claro; pero inevitablemente acabará en repetir sin comprender. De ello se colige que, en cuanto finalice el cometido para el que se memorizó (reflejarlo en un examen y obtener una calificación, pongamos por caso), se alcanzará el olvido, más o menos gradual. Ese pensamiento crítico hay que cultivarlo pues la creatividad y la divergencia son la base de todos los avances en la composición y la evolución de estructuras mentales y hasta comportamientos que nos hagan crecer como personas. La profesora Casanova señala que este pensamiento crítico favorecerá que contemos “con la seguridad de que seremos capaces de discernir entre las múltiples informaciones (o infoxicaciones, sobrecarga de información difícil de procesar) recibidas desde diversos medios y de no dejarnos manipular (dentro de lo posible) por las mismas”. Claro que para ello será necesario un nuevo diseño curricular, más centrado en competencias necesarias para vivir en sociedad.



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