Lo
escribimos hace nada, cuatro o cinco fechas: los datos de la Encuesta
de Población Activa (EPA) referidos a 2018 significaban un jaque al
paro pero que no había que incurrir en tentaciones eufóricas porque
la evolución es impredecible y aquel escenario -por lo demás, tan
esperanzador y tan aliviante- podía trocarse en otro más oscuro y
más preocupante que devolvería grandes dosis de escepticismo y
pesimismo, unidas o por separado, como se quiera.
Pues
ahí tienen la prueba: en enero, según los datos publicitados por el
ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social, se incrementó
el número de parados en más de ochenta y tres mil personas, un 2,6
% más, la mayor alza durante este mes desde 2014, cuando subió en
ciento catorce mil personas. Este aumento eleva el total de
desempleados a tres millones doscientas ochenta y cinco mil
setecientas sesenta y una personas.
Cierto
que enero, tradicionalmente, es un mes malo para el empleo, de los
peores. Hace diez años, por citar un antecedente, doscientas mil
personas se inscribieron en las oficinas del antiguo Instituto
Nacional de Empleo (INEM): es el peor registro de la serie histórica.
Enero se resiente tras la campaña de Navidad y la disminución del
consumo. Tan solo el sector servicios, por ejemplo, sumó ochenta y
cinco mil quinientos ochenta y cuatro desempleados más. En la
agricultura y la industria también hubo destrucción de empleo.
El
único dato positivo de las estadísticas del pasado enero estriba en
la contratación pues se firmaron un millón ochocientos cincuenta y
ocho mil setenta y siete contratos, un 6,2 % más que el mismo mes de
2018. Como ya hemos comentado en otras ocasiones, este apartado es
importante pues sirve para contrastar la calidad del empleo que se
genere. De esos casi dos millones de contratos, ciento ochenta y un
mil trescientos cuarenta y ocho fueron indefinidos, o sea, el 9,7 %
del total, esto es, un incremento interanual del 4,8 %.
Tampoco
parece haber ido mal del todo a los autónomos cuya variación
interanual es del 1,27 %, al haber totalizado cuarenta mil
cuatrocientos ochenta trabajadores más de esta modalidad.
En
fin, que la banca podrá continuar hablando de beneficios
milmillonarios y el Banco de España seguirá empecinado lo mal que
le irá el país con ese incremento del Salario Mínimo
Interprofesional (SMI), pero el problema estructural del paro en
nuestro país apenas se mitiga.
Hay
que aceptarlo: costará remontar. Peri ni Gobierno ni patronal ni
agentes sociales deben arrojar la toalla. Proceden otras políticas,
otras medidas. ¿Qué recomendaría o cuál sería la alternativa del
Banco de España sin criticar aquella subida?
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