Por
primera vez en mucho tiempo, la socialdemocracia alemana ha tomado la
iniciativa para intentar salir del letargo que la ha caracterizado,
arrastrando a otros partidos de su sustrato ideológico y habiendo
producido una debacle electoral de proporciones considerables. Esas
mismas formaciones políticas son las que deben estar atentas a la
reacción del partido socialdemócrata germano para contrastar la
evolución de las alternativas y la viabilidad de su eficacia. Sean
bienvenidas las aportaciones teóricas al debate pero las
circunstancias apremian y exigen más pragmatismo que nunca. Eso sí,
con fundamentos, con rigor y con cohesión política: la
preponderancia de criterios y, sobre todo, la inacción y la carencia
de respuestas solo prolongarían la agonía y un vacío que dejará
el campo expedito a las derechas y los movimientos populistas.
Las
próximas elecciones europeas de mayo, además de los comicios
regionales alemanes, serán determinantes para ir comprobando si se
producen avances y a qué ritmo. O por el contrario, prosigue el
anquilosamiento que agravaría la situación.
La
socialdemocracia opta por medidas sociales y por nuevos enfoques para
generar empleo y reformar el mercado laboral. Trabajo, solidaridad y
humanidad son los tres ejes sobre los que recuperar esencias
ideológicas y hacer girar políticas creíbles que mejoren el
sistema productivo y despierten el interés de la ciudadanía.
Se
trata de generar un gran cambio cultural. Lo expresan en un documento
marco titulado Un
nuevo Estado social para una nueva era. Una
de las premisas de ese cambio consiste en que “los beneficios del
Estado del bienestar sean derechos sociales que pertenecen a los
ciudadanos, quienes poseen esos derechos y no suplicantes”. Hay que
reformar el Estado social pensado en “los que lo necesitan, no en
los que abusan de él”. Descendiendo al terreno de lo concreto, el
documento recoge que las modificaciones operadas en las formas de
trabajar obligan a posicionarse de otra manera. Por ejemplo, la
digitalización entraña desafíos que que deben estar orientados a
la protección del trabajador. En la era digital, precisamente, el
teletrabajo, la flexibilidad horaria derivada de cuentas horarias
para cada trabajador o los límites de la disponibilidad de éste son
cuestiones que requieren de respuestas que no pillen desprevenidos y
sin alternativas a los productores del presente y del futuro.
Eso
sí, el triple eje, trabajo, solidaridad y humanidad, debe funcionar
con solidez. Si no, será imposible el reconocimiento de la vida
laboral que dé pie a un incremento de las pensiones, sobre todo las
más bajas, y hasta donde se pueda pactar, del salario pues ya se ha
comprobado que los poderosos organismos internacionales y algunos
gobiernos conservadores no están por la labor. En ese entramado,
será interesante contrastar cómo aborda la socialdemocracia
cuestiones como la pobreza infantil, la exclusión social, las
migraciones y la igualdad de oportunidades.
Un
paso, no más por ahora. Pero ante la esclerotización palpable,
habrá que reconocerlo y confiar en que sea el primero de otros más
provechosos y necesarios.
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