miércoles, 13 de febrero de 2019

UN PASO DE LA SOCIALDEMOCRACIA

Por primera vez en mucho tiempo, la socialdemocracia alemana ha tomado la iniciativa para intentar salir del letargo que la ha caracterizado, arrastrando a otros partidos de su sustrato ideológico y habiendo producido una debacle electoral de proporciones considerables. Esas mismas formaciones políticas son las que deben estar atentas a la reacción del partido socialdemócrata germano para contrastar la evolución de las alternativas y la viabilidad de su eficacia. Sean bienvenidas las aportaciones teóricas al debate pero las circunstancias apremian y exigen más pragmatismo que nunca. Eso sí, con fundamentos, con rigor y con cohesión política: la preponderancia de criterios y, sobre todo, la inacción y la carencia de respuestas solo prolongarían la agonía y un vacío que dejará el campo expedito a las derechas y los movimientos populistas.
Las próximas elecciones europeas de mayo, además de los comicios regionales alemanes, serán determinantes para ir comprobando si se producen avances y a qué ritmo. O por el contrario, prosigue el anquilosamiento que agravaría la situación.
La socialdemocracia opta por medidas sociales y por nuevos enfoques para generar empleo y reformar el mercado laboral. Trabajo, solidaridad y humanidad son los tres ejes sobre los que recuperar esencias ideológicas y hacer girar políticas creíbles que mejoren el sistema productivo y despierten el interés de la ciudadanía.
Se trata de generar un gran cambio cultural. Lo expresan en un documento marco titulado Un nuevo Estado social para una nueva era. Una de las premisas de ese cambio consiste en que “los beneficios del Estado del bienestar sean derechos sociales que pertenecen a los ciudadanos, quienes poseen esos derechos y no suplicantes”. Hay que reformar el Estado social pensado en “los que lo necesitan, no en los que abusan de él”. Descendiendo al terreno de lo concreto, el documento recoge que las modificaciones operadas en las formas de trabajar obligan a posicionarse de otra manera. Por ejemplo, la digitalización entraña desafíos que que deben estar orientados a la protección del trabajador. En la era digital, precisamente, el teletrabajo, la flexibilidad horaria derivada de cuentas horarias para cada trabajador o los límites de la disponibilidad de éste son cuestiones que requieren de respuestas que no pillen desprevenidos y sin alternativas a los productores del presente y del futuro.
Eso sí, el triple eje, trabajo, solidaridad y humanidad, debe funcionar con solidez. Si no, será imposible el reconocimiento de la vida laboral que dé pie a un incremento de las pensiones, sobre todo las más bajas, y hasta donde se pueda pactar, del salario pues ya se ha comprobado que los poderosos organismos internacionales y algunos gobiernos conservadores no están por la labor. En ese entramado, será interesante contrastar cómo aborda la socialdemocracia cuestiones como la pobreza infantil, la exclusión social, las migraciones y la igualdad de oportunidades.
Un paso, no más por ahora. Pero ante la esclerotización palpable, habrá que reconocerlo y confiar en que sea el primero de otros más provechosos y necesarios.



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