Los
organismos internacionales, para ir curándose en salud, ya han
empezado a rebajar las previsiones para este mismo año. No han
saltado -todavía- las alarmas pero ya están aireando las cautelas.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), por
ejemplo, ha calculado que el Producto Interior Bruto (PIB) mundial
aumentará un 3,5 % en 2019. Su pronóstico anterior era del 3,7 %.
Por
su parte, el Fondo Monetario Internacional (FMI) también apunta a la
baja. Sus previsiones de crecimiento en la práctica totalidad de los
países europeos se reducen a la mitad, partiendo, entre otros
factores, del aumento de los precios de la energía y de una demanda
externa mucho más débil. Para el FMI, la expansión que arrancó en
2016 sigue su curso y no se detendrá en 2019. “Pero tal proceso de
expansión -señala- es menos equilibrado y es posible que en algunas
economías grandes ya se ha tocado máximos. Los riesgos para el
crecimiento mundial han aumentado.
Habrá
que estar alerta, pues, ante las tendencias que se barruntan. Cierto
que la experiencia aportada por el sector turístico, cuando resistió
con fundamento e impidió que hubiera males mayores en aquella crisis
financiera de hace diez años, es toda una fortaleza, al menos una
esperanza; aunque ahora mismo es complicado predecir hasta dónde
llegan los escenarios carenciales, de restricciones y de reajustes.
Desde
luego, las cautelas de la OCDE y del FMI son un aviso.
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