La asociación Inter Press Service (IPS), dedicada al periodismo y comunicación para el cambio global, acaba de publicar una escalofriante informe de la Coalición Global para proteger la Educación de ataques (en inglés, GCPEA), que se resume en que más de nueve mil estudiantes, docentes y académicos sufrieron daños o murieron en unos cinco mil ataques contra la educación durante conflictos armados en los últimos dos años.
Su directora ejecutiva,Diya Nijhowne, una coalición adherida a la organización Human Right Watch,ha declarado que “es fundamental que los gobiernos y los grupos armados cesen los ataques la educación y dejen de usar escuelas y universidades con fines militares”.Es la otra cara de la guerra, de cualquier guerra en la que no se respete lo elemental,la vida, pero también todo lo material que significa dañar dotaciones y recursos hasta ocasionar pérdidas que quizás nunca se van reponer o reparar. Los ataques sobre los centros educativos, en efecto, tienen un efecto especialmente devastador. La investigación determinó que la cantidad de ataques a la educación y el uso militar de escuelas aumentó en un tercio de 2019 a 2020, y se mantuvo en este nivel elevado en 2021, aun cuando las escuelas y universidades de todo el mundo estuvieron cerradas por largos períodos durante la pandemia por covid. Aumentaron los ataques sobre profesores, estudiantes e instalaciones por los conflictos en Burkina Faso, Colombia, Etiopía, Malí, Myanmar y Nigeria, surgieron en Azerbaiyán y Mozambique, y disminuyeron en Siria, Sudán del Sur y Yemen. Los ataques se han intensificado en lo que va de 2022, pues más de mil escuelas y universidades resultaron dañadas en Ucrania desde el 24 de febrero, cuando fuerzas rusas invadieron ese país, según el Ministerio de Educación y Ciencias y organizaciones civiles ucranianas.
Las cifras espantan si nos ponemos a reflexionar sobre las consecuencias, máxime si se tiene en cuenta que las embestidas involucran a fuerzas armadas y grupos armados no estatales que atacan con explosivos o incendian escuelas y universidades, y que matan, hieren, violan, secuestran, arrestan arbitrariamente y reclutan a estudiantes y educadores en las instituciones educativas o cerca de ellas en períodos de conflicto armado. Además de las muertes y lesiones que causan estos ataques, las escuelas destruidas y ocupadas frustran el aprendizaje, a veces de manera permanente, y tienen consecuencias sociales y económicas a largo plazo.
El informe consigna los dramáticos casos registrados en Afganistán, Palestina, República Democrática de Congo y Mali. El uso militar de escuelas y universidades por fuerzas armadas y grupos armados no estatales se incrementó en más del doble en 2020 y 2021, en comparación con el bienio precedente –en Myanmar, más de doscientos casos-, empleándose las instalaciones educativas como cuarteles, centros de detención o para operaciones militares. Las armas explosivas, que se utilizaron en una quinta parte de todos los ataques a la educación registrados en el estudio, tuvieron efectos especialmente devastadores e hirieron o mataron a una enorme cantidad de estudiantes y educadores, y dañaron miles de escuelas y universidades. Los ataques dirigidos específicamente contra los estudiantes y educadores también fueron generalizados. En Nigeria, por ejemplo, más de mil estudiantes o educadores habrían sido secuestrados, heridos o asesinados, al menos un tercio de ellos mujeres y niñas. Hubo casos también en Burkina Faso, Camerún, Colombia, Palestina y Somalia. Grupos armados o fuerzas armadas atacaron asimismo escuelas para reclutar a niños y niñas, en Colombia, la República Democrática del Congo, Malí y Yemen, mientras que fuerzas armadas, de seguridad u otros grupos serían responsables de hechos de violencia sexual en escuelas y universidades, por lo menos en siete países.
Acabemos con cifras. Por ejemplo, profesores, estudiantes y trabajadores de escuelas fueron directamente alcanzados en trescientos veinte incidentes registrados, y al menos quinientos cincuenta resultaron muertos o heridos y mil cuatrocientos cincuenta fueron detenidos o condenados tras los ataques. Y luego, la pandemia, que no desaceleró los ataques a la educación en tanto que algunas violaciones se hicieron más generalizadas en 2020 y 2021.
Reflexionemos. Es terrible. Sin escuelas ni colegios ni universidades. ¿Pueden los países avanzar así? ¿Puede la Humanidad sobrevivir?
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