Lo ocurrido el pasado domingo en Andalucía refleja un proceso de derechización de la sociedad. El feudo –quienes lo consideraban así- ha dejado de ser tal. Los pueblos ponen a prueba que, en política, nada es para siempre y las mutaciones son tan posibles como viables. Cuando unos resultados electorales son indiscutibles (sumen a los del Partido Popular los parlamentarios de la ultraderecha), es cuestión de contrastar los procesos sociales para intentar justificar los aludidos resultados.
Cuesta aceptar que los andaluces reivindicativos y defensores de medidas que corrigiesen desequilibrios sociales y hasta marginación ahora vean un mapa electoral monocolor conservador. Pero es la realidad predominante. El acceso a parcelas de bienestar de amplias capas de población propicia el ‘virgencita que me quede como estoy’ y se pone en valor, nunca mejor dicho, la estabilidad. Las capas de los más jóvenes, por otro lado, además de perseverar en la desideologización, poco quieren saber de diatribas políticas: la de ellos, los mayores, fue una lucha generacional, un espíritu de pueblo que se quedó ahí; ahora son otros los esquemas con que funcionar. Puede que no sea su modelo ideal pero la realidad sugiere u obliga a seguir por otros derroteros.
Coyunturales pueden ser otros factores que incidan en los resultados electorales. ¿Han querido premiar los votantes la gestión del presidente de la Junta? ¿Lo ha hecho tan bien su institución de gobierno? ¿Habrán descubierto valores de moderación, diálogo y eficacia? El Partido Popular de Andalucía parece optar, desde luego, por desmarcarse de ciertos moldes y ha interpretado que es preferible aprovechar los vientos que favorezcan el siempre anhelado y nunca cumplido viaje al centro.
Los hechos y las circunstancias históricas son diferentes pero fue en Andalucía donde el socialismo obtuvo su primer gran resultados electoral con el que catapultó una notable expansión posterior e hizo posible, aún con los pañales democráticos puestos, que los cambios, esperados y exigidos, fueran realidad. Ahora, en el mismo territorio, el PP obtiene el mejor resultado de su historia y gobernará en solitario, mientras el PSOE retrocede, cosecha sus peores registros e inicia una travesía del desierto que no acabará mientras no esclarezca su incierta situación interna que intentarán aprovechar, no lo duden, quienes ahora ya degustan en solitario las mieles del poder.
Los socialistas deben saber, en este sentido, que hay mucho trabajo dentro y fuera. Y que los liderazgos no se construyen fácilmente. Los pueblos avanzan y que hay que estar a su altura, hay que saber sintonizar con sus sensibilidades y aspiraciones. Ahora parecen una fuerza agotada. Ya han comprobado que hay activos cuya recuperación, tal como se mueve la sociedad de nuestro tiempo, es muy costosa.
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