Alguien, con esa manía de identificar a los futbolistas con un
mote o un apelativo que se asemejara a alguna (s) de sus características y
acentuara su popularidad, le llamó ‘kaiser’ (emperador) y acertó plenamente. Le
identificó con esa única palabra. Un futbolista sobresaliente, adelantado a su
época, erigido en cualificado estandarte del indiscutible dominio alemán en el
fútbol de los años 70.
Franz Beckenbauer, fallecido hace pocos
días, era un mediocentro con capacidad de llegada que sabía manejar a la
perfección los tiempos de los partidos. No se ponía nervioso en los momentos de
máxima presión y tenía calidad para jugar el balón, con sus famosos pases con
el exterior incluidos. Su envidiable lectura del juego le permitía jugar
también más retrasado y contribuir en la construcción desde la defensa, como
años más tarde le emularían, entre otros, sus compatriotas Matthäus y Sammer.
La figura de Beckenbauer, elegido mejor futbolista alemán del
siglo XX, se fue haciendo más grande con el paso de los años, cosechando éxitos
en el césped, luego en el banquillo y, finalmente, en los despachos. Una
intensa carrera que también le convirtió en una figura muy popular a nivel
social en su país.
Siempre ligado al
Bayern de Munich, club en el que fue jugador, entrenador y presidente. La leyenda de los bávaros empezó a labrarse con la irrupción del
káiser en el primer equipo, que se tradujo en un dominio aplastante en el
fútbol mundial a mediados de los 70, conquistando tres Copas de Europa
seguidas. Aquel Bayern tomaba el relevo del Ajax de Cruyff, otro mito con el
que Beckenbauer mantuvo una rivalidad ya legendaria. El cenit llegó en el
Mundial de 1974, con el enfrentamiento de Holanda y Alemania en una final en la
que el káiser acabó
levantando la copa Jules Rimet como capitán de la mannschaft.
Aquel dominio que ejercía como futbolista
le valió a Beckenbauer para convertirse en el primer defensa en ser galardonado
con el Balón de Oro, hito que logró en 1972, año en el que ganó la Eurocopa con
Alemania, y que repitió en 1976, cuando ganó la tercera Copa de Europa
consecutiva.
Su leyenda continuó agigantándose tras
retirarse –llegó a coincidir con Cruyff en el New York Cosmos en sus últimos
años– y pasarse a los banquillos. Aunque ganó una Bundesliga y una Copa de la
UEFA con el Bayern, su mayor logro fue conquistar el Mundial de Italia’90 al
frente de la selección alemana. Si en el 74, como jugador, había batido a la
Holanda de Cruyff, en el 90 como seleccionador fue capaz de doblegar a la
Argentina de Maradona.
Ya como dirigente, Beckenbauer se
implicó en la candidatura alemana para albergar el Mundial de 2006.
Con
Beckenbauer se va un pedazo del fútbol.
Beckenbauer fue pieza clave para que
Alemania obtuviera la sede del Mundial de 2006, aunque su legado quedó manchado
después por denuncias de que la candidatura se impuso gracias a pagos de
sobornos. Negó las acusaciones.
“No queríamos sobornar a nadie y
sobornamos a nadie”, escribió Beckenbauer, quien estuvo a cargo del comité
organizador del Mundial en su última columna para el tabloide Bild en 2016.
Beckenbauer y otros tres miembros del
comité ejecutivo quedaron señalados en aquel 2006 por fiscales suizos que
sospechaban de un fraude en cuanto al destino verdadero de los pagos
multimillonarios con la FIFA que tenían que ver con el Mundial de 2006. No fue
imputado en 2019 por motivos de salud y el caso fue archivado sin un fallo al
expirar el estatuto de limitaciones en 2020 debido al retraso de los trámites
judiciales en medio de la pandemia.
En 2014, Beckenbauer fue suspendido
brevemente de toda actividad en el fútbol por la comisión ética de la FIFA
debido a que no cooperó con la investigación del fiscal Michael Garcia por
presunta corrupción en las votaciones para las sedes de los mundiales de 2018 y
2022. La suspensión fue levantada durante la Copa del Mundo de Brasil 2014
cuando acordó cooperar.
Las denuncias ensuciaron la imagen
pública de Beckenbauer por primera vez. Hasta entonces, era una figura
intachable. Los alemanes sencillamente le adoraban. “Tenía un gran corazón, era
una persona positiva y ayudaba a todos. No escondía sus debilidades, no rehuía
de sus errores”, dijo de él su compañero Paul Breitner.
Beckenbauer personificó la posición de
“líbero”, el zaguero todo terreno que se incorporaba al ataque, algo que ha
desaparecido virtualmente del fútbol moderno y que era muy raro en su época.
De gran porte y visión como jugador,
fue el emblemático capitán del Bayern Múnich que encadenó tres títulos de la
Copa de Europa entre 1974 y 1976.
Como jugador del equipo muniqués ganó
cuatro títulos de liga y fue capitán del cuadro alemán en las tres Copas de
Europa que ganó en 1974, 1975 y 1976. También ganó la Bundesliga con el
Hamburgo Jugó 103 partidos con su
selección, en ese entonces la República Federal de Alemania.
El Káiser era el
capitán cuando en 1974 se alzó con el título en el Mundial de 1974 celebrado en
su país. Después de su retirada como jugador, se puso al mando de la selección
alemana para el Mundial México
1986 en el que cayó en la final ante Argentina. Sin embargo, la
revancha llegó en Italia 1990 y
en la final, ante el mismo rival, los alemanes lograron la victoria con
Beckenbauer como entrenador.
El actual
seleccionador de Alemania, Julian Nagelsmann, elogió la trayectoria del
"mejor futbolista de la historia de Alemania".
"Su interpretación del papel del líbero cambió el
juego", destacó. "Beckenbauer podía flotar sobre el césped. Como
futbolista, y más tarde también como entrenador, era sublime: estaba por encima
de las cosas. Cuando Franz entraba en una habitación, la habitación se
iluminaba".
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