Cara y cruz de los
precios turísticos en España. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE),
los relativos a hoteles, hostales, pensiones y servicios de alojamiento se han
encarecido un 7,8 % -un crecimiento ligeramente inferior al de 2022, cuando la
subida fue de un 11,8 %-, en tanto que las tarifas de los billetes de avión
descendieron en el año 2023. Pese a la sensación de encarecimiento general, el
INE ha informado de que las aerolíneas que operan en España bajaron, de media,
un 1,7% las tarifas por primera vez en dos años.
Según la información proporcionada por Europa Press, en los vuelos
hacia el extranjero, la bajada fue de apenas un 0,9 %, mientras que en los de
ámbito nacional fue más notable (-2,5 %). Se rompe así con dos años
consecutivos de incrementos, ya que, en 2021, las tarifas subieron un 0,2 % y,
en 2022, un 5,1 % debido a los efectos de la pandemia y el impacto de la
inflación.
Por meses, julio fue el que consiguió romper con la tendencia al
alza de los precios de las aerolíneas, experimentando un descenso del 1,2 %.
Tras ello, hubo tres meses de crecimiento, pero volvió a mitigarse con un nuevo
descenso de alrededor de un 5 % en noviembre, y de un 3,3 % de media en
diciembre.
Por su parte, los paquetes turísticos han sido los que mayor
incremento han experimentado con unas tarifas un 18 % más caras. Este
porcentaje corresponde a los de ámbito nacional, ya que los internacionales se
mantuvieron estables (+0,1 %).
Habrá que continuar atentos a la evolución de los precios
turísticos en nuestro país pues hay factores y circunstancias en el horizonte
que, de hecho, la condicionan, independientemente del curso que sigan los
mercados en los que incidan los conflictos y la inestabilidad geoestratégica,
generadores por ejemplo en un más que probable alza del precio de los
combustibles.
Cierto que son tiempos de bonanza para el sector, razón que
favorecerá teóricamente una pujanza mientras en los mercados emisores no haya
causas de inestabilidad y el negocio pueda mantenerse sin alteraciones
considerables. O lo que es igual, la competitividad seguiría desarrollándose
con normalidad. Pero, ¿qué pasaría si la incidencia negativa fuese más severa?
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