Quiebra del turoperador
turístico alemán, FTI. Vacaciones en peligro para unos cuarenta mil turistas y
cerca de mil quinientos puestos de trabajo en el aire. Es el tercero más
importante para las islas, con un contingente de medio millón de turistas anuales
y un volumen de negocio cercano a los ochocientos millones de euros. En tiempos
de bonanza y récords, la noticia es preocupante en cuanto representa un golpe a
la línea de flotación de la productividad del sector.
Según algunos testimonios de
profesionales, que el digital preferente.com resume como “un muerto
viviente”, se sabía que la situación era insostenible, que la supervivencia de
FTI era imposible. Pronto saldrá algún titular: la última víctima de la COVID.
Mil millones de euros de deuda.
El análisis del digital es
determinante a la hora de contemplar la imagen global. “FTI es un mayorista de
viajes que responde al modelo histórico de la turoperación. Y ese modelo está
agonizando. Sólo sobreviven quienes se siguen llamando turoperadores, pero en
realidad son navieras de cruceros u hoteleras, porque lo de siempre no va. O no
les va a quienes no han sabido actualizarse”.
El caso es que si FTI liquida
siendo un mayorista, en el Reino Unido,
en cambio, ahora mismo hay dos empresas en crecimiento y que son precisamente
mayoristas clásicos: por un lado Jet2holidays y, por otro, Easyjet
Holidays. Las dos han decidido hacer lo que se hizo toda la vida, aunque en
sus aviones, sin tener agencias de viajes propias. Y les va bien. Y crecen.
Nadie sabe por qué el Gobierno
alemán tiró quinientos millones de euros en una empresa que no tenía futuro y
ni siquiera presente, concluyen en esta publicación especializada. Se ha
escrito la crónica de una quiebra anunciada. Y aún estaba fresca la de la
quiebra de Thomas Cook. En fin, que para morir de éxito no hay más que un paso.
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