Hay
opiniones para todos los gustos cuando se produce algún hecho que,
asociado al deporte, tiene una proyección social clara y un reflejo
inmediato en la evolución dentro de un mercado, pongamos por caso.
Suele ocurrir, en los últimos tiempos, que las empresas que se
posicionan socialmente tienen una mejor aceptación; ganan clientes,
vamos. Eso sí: hay que aprovechar el tirón pero también disponer
de un potente y atractivo mensaje.
El
ejemplo más reciente es el de la firma de ropa deportiva Nike
que
se inspiró en un gesto protagonizado por un jugador de fútbol
americano, Colin Kaepernick, para lanzar el siguiente lema en la
campaña de uno de sus productos: “Cree en algo. Aunque signifique
sacrificarlo todo”. Kaepernick se arrodillaba antes de las
confrontaciones en que sonaba el himno nacional en señal de protesta
por la injusticia racial que, en su criterio, predomina en el país
norteamericano. Reacciones: muchos a favor y muchos en contra. Gran
controversia en la que ha llegado a participar el mismísimo Donald
Trump. En contra del deportista, naturalmente.
Las
consecuencias: por un lado, Kaepernick, pese a estar considerado uno
de los mejores jugadores del país, está en el paro, sin equipo. Y
por otro, Nike
hace
caso a sus creativos y en una atrayente iniciativa, con Kaepernick
como protagonista, impacta en una red social hasta llegar a los
cuarenta y tres millones de dólares, tan solo en las primeras
veinticuatro horas de circulación de su anuncio. El mensaje sobre la
acción era nítido: hablaba, en pocas palabras, de credo y
sacrificio.
No
se agotaron ahí las repercusiones: la consultora de comunicación
más importante del mundo, Edelman,
hizo
una encuesta-informe titulada Earned
Bfrand Study,
que revela lo siguiente: hasta un 64 % de consumidores de todo el
mundo admitieron haber comprado movidos o motivados por su ideología.
El trabajo estuvo hecho sobre la base de unas ocho mil consultas a
consumidores de ocho países entre los que no se encuentra España.
Si
hasta un 40 % de los encuestados respondieron que han comprado por
primera vez una determinada marca por la única razón del agrado que
le transmitió un aspecto social concreto; y seis de cada diez
consumidores motivan tales compras porque está de acuerdo con el
posicionamiento social de las firmas o empresas, la conclusión es
que la aceptación de éstas va creciendo considerablemente y las
preferencias de los consumidores se decantan con absoluta
naturalidad.
Algunos
aspectos concretos de la población consultada son reveladores: el
segmento social más identificado con el consumo motivado en valores
es el de los jóvenes entre dieciocho y treinta y cuatro años. Hasta
un 69 % de este colectivo se considera compradores persuadidos,
compradores que creen. En el caso de los mayores de cincuenta y cinco
años, la relatividad se reduce al 56 por ciento. Esta tendencia es
más acusada entre los sectores sociales con mayor nivel de ingresos
(69 %), si bien los de menos recursos salariales se quedan a escasa
distancia (62 %).
Hay
que acertar, de acuerdo, con el reflejo y la oportunidad. Y, sobre
todo, con el mensaje que se quiere transmitir. Una ejecutiva de la
encuestadora citada, Amanda Glasgow, explicó que los consumidores
están cada vez más convencidos de lo importante que resulta su
dinero. Es como si se empeñaran en hacerlo valer. El presidente,
Richard Edelman, es más rotundo aún: “La gente quiere asociarse
con marcas que representan algo o son una fuerza para el cambio”.
Veremos
si la tendencia se prolonga.
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