El problema del edificio
Iders, localizado en la avenida Familia Bethencourt y Molina, zona de
Martiánez, en el Puerto de la Cruz, ha llegado al consulado central
de Alemania en Canarias y a las embajadas de Austria y Suiza en
Madrid. No por las disputas ni los intereses contrapuestos de los
propietarios ni las interpretaciones del planeamiento urbanístico
que envuelven la edificación afectada por aluminosis (enfermedad del
cemento) desde los primeros años de la década de los noventa del
siglo pasado, sino porque algunos ciudadanos han denunciado una
situación de episodios de inseguridad, escándalos y condiciones de
insalubridad. La situación se ha agravado desde la declaración del
estado de alarma. Moradores y vecinos de los inmuebles cercanos de
distintas nacionalidades han solicitado el amparo en las
instituciones diplomáticas ante un escenario que califican como
“insoportable” y lo que llaman “inacción de las autoridades
locales”.
El Iders arrastra desde hace
tres décadas su aspecto fantasmagórico, su impacto negativo, su
adefesio antiestético en medio de lo que fue una pujante zona
turística del municipio. Ahora es un refugio de indigentes, un lugar
donde los ‘okupas’ campan a sus anchas. Se habla hasta de una
pseudoorganización que cobra por dormir. Insólito. Probablemente de
ahí provenga el agravamiento del problema: desórdenes frecuentes,
inseguridad, hostilidad, amenazas e insultos van en aumento.
Se supone que en consulados y
embajadas se habrán llevado las manos a la cabeza y les habrá
costado creer que la situación se esté dando en una ciudad que es,
a su vez, un destino turístico. Falta conocer cuáles son los pasos
que darán sus responsables después de la correspondiente petición
de informes. Hasta entonces, se supone que la petición ciudadana de
facilitar asistencia letrada tendrá que esperar. De momento,
contrastan su impotencia y su miedo. En un reportaje periodístico
publicado hace unas fechas, en efecto, se hablaba hasta de la
utilización de un perro para intimidar a vecinos y residentes en
bloques de los alrededores. La situación es, en sí misma, una
vergüenza.
Y de muy difícil superación
mientras se mantengan las circunstancias de la diferencias entre
propietarios y no se acepten las alternativas que están sobre la
mesa. Es inevitable pensar en los afanes especulativos. Se ha llegado
a hablar de expropiación como fórmula que antecedería a un derribo
y a una reconstrucción en los términos dispuestos en el Plan
General de Ordenación. Ahí surgen las trabas.
El alcalde de la ciudad, Marco
González Mesa, dijo recientemente que estaba en el camino de
encontrar “una solución por dos vías: la de los propietarios que
perdieron sus viviendas, a los que hemos presentado ya en asamblea
una propuesta urbanística para la demolición y reconstrucción de
ese edificio; y por el otro, el problema sanitario y social de las
personas que ocupan ese lugar, para el que hemos puesto en marcha un
proyecto de apoyo y asesoramiento con Cáritas”.
Son igual de complicadas las
dos pero ahora, tal como están las cosas, urge la segunda, pues los
okupas e indigentes del Iders se han negado a un traslado a un
instalación pública deportiva del municipio de forma provisional.
Seguro que el ayuntamiento
portuense va a aportar informes urbanísticos, sanitarios y
policiales en el caso de que embajadas y consulados lo soliciten. Si
eso contribuye a aligerar la solución, mejor. Porque lo que parece
claro es que se ha llegado a un techo en los niveles de
soportabilidad o de enquistamiento de la problemática situación del
edificio. Los vecinos tienen derecho a reclamar mejores condiciones
de vida. Y el Puerto de la Cruz debe esforzarse en eliminar todas
aquellas máculas que pongan en solfa sus valores y el conjunto de su
oferta turística.
Ese esfuerzo se dará por muy
bien empleado.
Día 63 de la alarma
Han
colocado unos carteles adhesivos indicadores de las condiciones de
acceso a la cafetería central sobre los paseos perimetrales de la
plaza del Charco. Algunos viandantes se detienen para leerlos.
A
media mañana, la noticia del fallecimiento de Julio Anguita, el que
fuera alcalde de Córdoba, posterior diputado y primer dirigente del
Partido Comunista de España e Izquierda Unida. Su corazón no pudo
más. Tiene su sitio en la historia política de la democracia
española.
El
presidente del Gobierno Pedro Sánchez comparece de nuevo para
anunciar que en el pleno del Congreso del próximo miércoles
solicitará la prórroga del estado de alarma por espacio de un mes.
Podrá durar menos en zonas que controlen el virus. Confía en que
sea el último y asegura que todas las libertades y todos los
derechos están garantizados, antes de defender la necesidad de
limitar la movilidad y los contactos sociales.
El
hispanista Ian Gibson, de origen irlandés y nacionalizado español,
desde su confinamiento en el que no ha parado de estudiar la realidad
de este país, habla alto y claro: “Organizar caceroladas ahora es
de gente malvada, desquiciada y fanática”.
En
taxi, hacia una visita familiar. El conductor es taxativo: sin
mascarilla (se nos había quedado atrás), no hay carrera. Él mismo,
con toda amabilidad, la procura con otro compañero.
Es
el quinto día consecutivo en Canarias sin fallecidos por la
COVID-19. Es una buena noticia como también lo son los datos del
norte de Tenerife pues en los dos últimos días no hay casos de
nuevos contagios ni de defunciones. Cinco altas, una de ellas en el
Puerto de la Cruz.
También
se ha sabido que el Aeropuerto Tenerife Sur Reina Sofía se incorpora
al listado de los que operarán con vuelos internacionales. Y
es que dadas las cifras del número de viajeros por aeropuertos
durante 2019 (Gran Canaria, 13.261.405; Tenerife Sur, 11.168.506; y
Tenerife Norte, con el mejor dato de su historia, 5.840.483) no tenía
sentido dejar a la isla con mayor tráfico aéreo de pasajeros (más
de 17 millones frente a los 13,2 de Gran Canaria) con sus dos
aeropuertos cerrados.
La
Graciosa, El Hierro, La Gomera preparan nuevas actividades para la
siguiente fase de la desescalada. Entre
las actividades que se podrán realizar en esa fase 2 destaca la
apertura de los bares y restaurantes para consumir en su interior,
salvo los de ocio nocturno; la apertura de los centros comerciales;
las reuniones de 15 personas; la celebración de bodas, así como
velatorios con hasta 15 personas en interior y 25 en espacios
abiertos; el aumento del 50% del aforo en las iglesias y la apertura
de zonas comunes en los hoteles o de los locales culturales.
Y
contrariamente a lo escrito en la primera parte de la entrada, la
tremenda realidad –sin exageraciones- del edificio Iders, una
estampa bien diferente es la del hotel Puerto Azul, en pleno centro
de la localidad portuense, que cedió sus instalaciones de forma
desinteresada al Ayuntamiento para acoger allí a personas sin hogar
durante el estado de alarma. Se convirtió de inmediato en un recurso
de emergencia gestionado por Cáritas Diocesana de Tenerife. Allí
cohabitan veinte personas. Allí se nota el oficio de Ángelo
Nardone, párroco de de la iglesia de Nuestra Señora del Buen Paso,
en Icod el Alto; de técnicos y voluntarios de la citada
organización.
Un
hecho positivo, desde luego, que refleja sensibilidad y buen hacer.
Suerte.
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