Ayer,
el Día Internacional de la Enfermería tuvo un significado especial.
En todos lados. La pandemia ha dejado en nuestro país suficientes
pruebas del enorme esfuerzo que ha hecho el conjunto del personal
sanitario –sostén del sistema público sanitario- para paliar sus
efectos, para ayudar y atender a todos los que lo precisaban,
incluidos compañeras y compañeros contagiados. Muchos dejaron la
vida en el largo y tortuoso camino.
Cualquier
reconocimiento que se exprese es más que merecido. Debemos reparar
en una actuación profesional determinante para superar el desastre.
Por eso, hasta tememos quedarnos cortos. La enfermería ha estado
presente, se ha volcado, no ha escatimado esfuerzos, ha dado lo mejor
de sí, ha ido más allá y hasta ha prestado el calor humano tan
necesario cuando se está en el lecho del dolor y la impotencia.
De
ahí el valor de los aplausos que el pueblo español ha venido
dedicando diariamente por las tardes a las personas que, a título
individual y colectivo, se han venido esforzando, contra viento,
marea y carencias, para luchar contra el virus, los contagios y sus
efectos. Esos aplausos, compartidos o intercambiados con otros
cuerpos profesionales, desde los balcones y ventanas, desde las
calles y desde los accesos a centros hospitalarios, con sus
mascarillas, sus guantes y sus trajes de protección, han sonado
emocionantes porque su motivación ennoblece la dedicación de
quienes los reciben.
Este
Día Internacional de la Enfermería, instituido en honor del
aniversario del nacimiento de Florence Nightingale, considerada la
creadora de la enfermería moderna, tenía esta consideración
singular de ser conmemorado en un marco universal de preocupación y
de asistencia sanitaria global en centros de salud, residencias de
mayores, clínicas y hospitales. En todos esos sitios, siempre hubo
una mano amiga de un enfermero, de una enfermera.
La
actual presidenta del Consejo Internacional de Enfermeras (CIE),
Annette Kennedy, escribió para la ocasión un texto muy emotivo:
“Hay
más de 20 millones de enfermeras en todo el mundo y cada una de
ellas tiene una historia. Entienden de esperanza y valor, alegría y
desesperación, dolor y sufrimiento, así como de vida y muerte. Al
ser una fuerza siempre presente para el bien, las enfermeras escuchan
el primer llanto de los bebés recién nacidos y son testigos del
último aliento de los moribundos. Están presentes en algunos de los
momentos más preciados de la vida al igual que en algunos de los más
trágicos. Las enfermeras sirven a la humanidad y, mediante sus
acciones, protegen la salud y el bienestar de las personas, las
comunidades y las naciones.
En
todo el mundo, la población reconoce habitualmente a la enfermería
como la profesión más honesta y ética de todas: las personas
confían y respetan instintivamente tanto a las enfermeras como la
labor que llevan a cabo. Sin embargo, lo que los ciudadanos entienden
por enfermería varía considerablemente y a menudo es objeto de
distorsiones. Las imágenes de las enfermeras como ángeles de la
misericordia son comunes, pero van acompañadas de retorcidos
estereotipos sexuales. Y predomina la idea anticuada de que las
enfermeras de alguna manera están subordinadas a los médicos. El
caso es que muy pocas personas comprenden la amplitud de las
funciones y responsabilidades de las enfermeras modernas, lo cual
significa que no aprecian verdaderamente el extraordinario valor de
la enfermería para cada persona en el planeta”.
Su
abnegación, su sacrificio, su entrega deben ser ponderados, son
acreedores de un reconocimiento. Entendieron, seguro, que ayer, su
Día Internacional, poco había que celebrar. Su sitio estaba donde
eran necesarias las prestaciones. Una sola palabra: ¡Gracias!
Día
59 de la alarma
Llueve
en las primeras horas de la mañana. Un chubasco. Como casi siempre,
viene bien. Se agradece. Luego despejó y un sol tibio acompaña a
quienes prefieren la cafetería abierta para desayunar. Cola ordenada
en el exterior de la oficina bancaria de enfrente. El quiosco de
prensa reabre y se incorpora a la cotidianeidad. Ya solo falta
Ángeles Álamo Armas en el suyo de loterías, en la otra esquina.
Dos parejas de extranjeros –eran esas sus apariencias- pasean
respetando las distancias. Lo contrario de lo que hace luego una
local. No escarmentamos. Es uno de los debates subsiguientes a la
primera jornada de la fase 1, con las secuelas de lo ocurrido con el
avión de Ibería que unió a Madrid con Gran Canaria y que están
siendo objeto de denuncia por la Guardia Civil y FACUA-Consumidores
en Acción, una organización no gubernamental, sin ánimo de lucro,
dedicada desde sus orígenes a la defensa de los derechos de los
consumidores. ¿Es así como quieren que no rebrote el virus?
Manuel
Artiles cuelga una foto en redes sonriente y con aspecto de sensible
recuperación. Él mismo escribe que tiene ganas de volver: la cámara
es lo suyo.
Hablando
de televisión: el Cabildo Insular ha decidido cerrar el suyo, que
venía emitiendo desde el mandato anterior. En realidad, se fue
apagando solo, sin contenidos y sin motivación. La Asociación de la
Prensa de Tenerife (APT) se posicionó públicamente en su momento
después de una reunión con los responsables de la puesta en marcha
del medio que ni de lejos, tenemos la impresión, cumplió las
expectativas que habían trazado.
Lo
de Donald Trump no tiene remedio. En el Telediario se ve imágenes de
su última boutade:
replicar
a una periodista de apariencia asiática, invitándola a que pregunte
a a los chinos sobre el origen de la pandemia, y cortar la rueda de
prensa en los jardines de la Casa Blanca. Nada nuevo en el imperio.
El
asunto es abordado en una intervención radiofónica en Ycoden
Daute Radio, el
multimedia del noroeste que dirige Narciso Ramos. Criticamos el
comportamiento, que ni siquiera es prepotencia, sino un supremacismo
anacrónico y mal entendido. El presidente norteamericano se irá sin
entender nada de lo que la pandemia está suponiendo para su país y
para toda la humanidad. No hay que dar más vueltas: ese liderazgo
sigue menguando.
El
profesor portuense Damián Marrero Real se entusiasma con las
respuestas y las demandas que recibe ante la aparición de su próximo
libro,
Crónicas del aire.
Ha decidido lanzarla desde la plataforma
facebook,
sin perjuicio de que en el futuro sean factibles encuentros
presenciales donde firmar ejemplares y compartir impresiones. Suerte,
Damián. A triunfar.
Los
vecinos han dejado de aplaudir a las siete. Es noticia. Igual dan por terminado
el ciclo.
La
jornada termina con la reproducción de una información que firma
María Luisa Moleres en
La Vanguardia,
ilustrada con una sugestiva foto de un lateral de la plaza de Europa,
a cargo de la ya mencionada Ángeles Álamo Armas. Se titula “La
lección de la tormenta en Puerto de la Cruz” y rememora una breve
estancia en la ciudad en septiembre del pasado año. “El clima
sorpresivo de Tenerife –escribe- invita a reflexionar sobre el
factor imprevisible de la naturaleza, en momentos en que se muestra
de forma contundente con la pandemia”. Se dio cuenta, dice, cuando
no llovió pese a que todo había ennegrecido de repente, de que la
naturaleza es imprevisible y el hombre, insignificante.
1 comentario:
La paciencia es una virtud y no todos la tiene.
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