El fútbol español experimentó sensibles cambios de todo tipo con la llegada de la democracia, en la segunda mitad de la década de los años setenta del pasado siglo.
Los cambios afectaron también a los profesionales del balón que, en pocas palabras, pasaron a tener un estatus más respetable, sobre todo, en lo que concernía a garantizar sus derechos. Los futbolistas, especialmente los de menor rango, los de menores ingresos, los de reducido relumbrón mediático. Estaba surgiendo, eran los primeros pasos de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE).
Fue un vuelco considerable en una de las piezas esenciales en la estructura futbolística del país.
En la historia del Club Deportivo Tenerife se registran varios episodios caracterizados por la tensión y la tirantez que fueron factores de inestabilidad y sinónimo de crisis que se fueron resolviendo a duras penas. En eso apareció Movilla, un destacado jugador en las categorías de base, goleador en todos los equipos que militó. Probó, sin fortuna, en el Real Madrid.
En algunos de aquellos episodios, la participación de Gerardo González Movilla fue decisiva. Fueron los que, desatados en el ámbito interno, y habiendo afectado al plantel de jugadores y sus respectivos vínculos profesionales, requirieron de mediaciones y negociaciones para superar los trances, alguno de ellos muy intrincado y de notable dimensión mediática.
En una incursión a la historia del club, ahora que está conmemorando cien años, nos acercamos a sus entretelas, a las relaciones convulsas, al papel de algunos de sus protagonistas.
Las entretelas, se sabe, son conflictivas pero en esas zonas de penumbra o de tinieblas siempre hay personas, serenas, predispuestas, con talante, dotadas con ese sentido de la mesura que conforman una personalidad que termina siendo aceptada para confiar y viabilizar una salida. A finales de los setenta, cuando la AFE era una criatura concebida con las dudas que inspiraba un país de escasa cultura solidaria y sindicalista, sus avances hasta la consolidación tuvieron en personas como Movilla un necesario baluarte para que los logros pasaran de la teoría a la práctica.
Asistimos, cuando hacíamos periodismo deportivo, al parto de aquella asociación. Por los micrófonos y las páginas que estaban a nuestro cuidado, empezaron a ser familiares personas como Quino Sierra, Juan Manuel Asensi, Juan José Iriarte, que habían sido futbolistas de postín, y José Cabrera Bazán, catedrático de Derecho del Trabajo y primer secretario general de la AFE.
Hoy recordamos de manera gratificante el seguimiento dedicado a aquel hecho que cambió el rumbo para los futbolistas españoles los cuales hicieron huelgas para decir ¡aquí estamos! Movilla estuvo en el núcleo de aquellas decisiones. Encierros, negociaciones, mediaciones en circunstancias conflictivas, fichajes… Y en concreto, las que le relacionaron con el Tenerife y con la totalidad del fútbol canario, encontraron siempre sensibilidad y receptividad. Había sido futbolista antes que gestor o defensor de los intereses de los profesionales. Y eso valía lo suyo.
Es de justicia, tras su comparecencia en el Foro ‘Ángel Arocha’, expresar un reconocimiento a todo su desempeño. Primero, como goleador; después, como dirigente que ganó un puesto, representando a España, en la delantera de la organización internacional de profesionales del balón integrada por cuarenta asociaciones nacionales y unos cuarenta mil futbolistas, la FIFPro. Y siempre como tinerfeño y tinerfeñista cabal que hoy luce –sin alardes, como es norma- su condición de socio del club.
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