El escritor y periodista Juan Carlos Blanco, consultor de comunicación y asuntos públicos, ex portavoz de la Junta de Andalucía, ex director de El Correo de Andalucía y ex redactor-jefe de los servicios informativos de la cadena SER, analista de actualidad en distintos medios, ha escrito que “hemos manoseado tanto el ejercicio del periodismo y hemos aceptado tanto que hay que hacer lo que sea para lograr la audiencia, que hemos terminado por olvidar lo esencial: el periodismo no es una rama del espectáculo en el que lo único importante es lograr al precio que sea el mayor número de clics para poder vender la publicidad al peso, sino que sigue siendo un oficio en el que lo más importante es forjar un vinculo de credibilidad y confianza con las personas a las que prestas servicio, convirtiendo así a la audiencia en una comunidad que se pueda identificar con el medio que consume”.
Su razonamiento nos conduce a la necesidad de elaborar un producto de calidad “si se quiere vivir del periodismo”, tras admitir que “el derrumbe del sistema de negocios tradicional de las noticias ha dado paso a un ecosistema en el que los medios conviven con las redes sociales y con los motores de búsqueda como Google y también compiten con ellas para atraer la publicidad”.
La gran crisis interna del Partido Popular (PP), aún no resuelta, ha puesto de relieve también las debilidades de las afinidades, no solo de algunos medios cuyo sesgo conservador era o es más que evidente sino de también de profesionales y de comunicadores que, tras verse desbordados por el vértigo de los acontecimientos, a duras penas han podido salir airosos con el tratamiento más adecuado.
Pero interesa más la visión de Blanco, capaz de desafiar el pesimismo y embarcarse en el dificultoso periplo de la recuperación de la credibilidad después de atravesar las procelosas aguas de la desinformación, un enemigo difícil de batir y que se va autofortaleciendo con sus métodos y con la tentación de las ganancias fáciles, como ya hemos escrito.
Reconoce el periodista que los medios ha sido desplazados del centro de la conversación, han de buscar nuevas vías de ingresos más allá de la publicidad “y, encima, han de luchar en un campo en el que los lectores ya empiezan a no distinguir si lo que lee, ve o escucha es verdad o es mentira”. Claro que, en medio de esta realidad, es natural que broten análisis y tendencias pesimistas sobre el porvenir del periodismo.
Pero su conclusión no es tan negativa. Cree Juan Carlos Blanco que “no estamos ante un tiempo apocalíptico para el negocio de las noticias, sino ante una era de cambio en el que muchas organizaciones tradicionales (y otras que no lo son tanto) pueden caer por su falta de flexibilidad, pero en el que también se adivinan muchísimas oportunidades de hacer periodismo que antes no se podían vislumbrar por una cuestión tan sencilla como que se necesitaba mucho dinero para montar un periódico, una radio o una cadena de TV”.
Como se sabe, esto ya no es así, aunque ahora sea una cuestión primordial superar los bulos, las falacias y las intoxicaciones, esto que entraña la desinformación. Para ello, para entender bien la función del periodismo y estimular el quehacer de los profesionales, es indispensable modular con solvencia la capacidad de adaptación, innovación y experimentación. Ya es un lugar común que en el periodismo nada va a ser como antes.
Por lo tanto, hay que ser consecuentes con la recuperación de valores tan consustanciales al oficio como los de la honestidad y la rigurosidad en el tratamiento de la información y en nuestra relación con los lectores o consumidores de información. Se trata de aceptarles, según Blanco, como “los únicos gracias a los cuales se puede construir audiencias y comunidades que sobrevivan en el largo plazo, que es, al fin y al cabo, lo que quieren todos los que se dedican a este negocio y quieren vivir de él un buen puñado de años”.
En definitiva, menos espectáculo y menos desinformación. Hay un horizonte caracterizado por la calidad. Hacia él hay que encaminarse.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo,nos gustaría que lo que leemos sea correcto y fiable como lo era en el pasado
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