Hasta no hace mucho tiempo la sostenibilidad era un concepto que se miraba a cierta distancia desde el sector turístico. Pero fue penetrando hasta asociarse y predominar. Dejó ser lo que en principio podría considerarse moda y que desaparecería, tal como llegó, pero no ha sido así. Administraciones, agentes sociales, empresarios y profesionales han contrastado el impacto, de modo que las evidencias acreditan que estamos ante un factor determinante en iniciativas, proyectos y programas de mantenimiento. Es algo más que una moda o una fase de ruido pasajera; la sostenibilidad vino para quedarse, tal es así que está obligando a acometer cambios sustantivos en la oferta turística y hasta en sus mismas promociones. Se ha convertido, prácticamente, en una estrategia de la que no se puede prescindir.
Entre la pandemia y el cambio climático, promotores e inversores, empresarios y ejecutivos, han de tener clara la doble razón que sustenta la configuración de destinos y empresas turísticas sostenibles: por un lado, la demanda; y por otro, los factores ambientales que inciden directamente en su configuración y desarrollo.
Algunos analistas siguen considerando que, actualmente todavía y de forma mayoritaria, la sostenibilidad es más un ‘make-up’ (tradúzcase como ‘maquillaje’) que una respuesta a una necesidad de negocio, para que se transforme en una factor competitivo. Pero debe tenerse en cuenta que todo cambio o transformación siempre requiere un primer paso y se está comenzando a dar.
Porque se trata, en efecto, de responder a una demanda turística más motivada y exigente. En publicaciones y foros especializados, se habla con frecuencia de la necesidad de mostrar el destino España como sostenible, en especial para ciertos mercados europeos como el alemán, austriaco, nórdico… Pero, por otra parte, la tremenda tendencia del mercado verde con un crecimiento exponencial ya a nivel mundial, obliga a la oferta turística a posicionarse si realmente se quiere anticipar a las expectativas de los principales mercados turísticos emisores.
La conclusión es que tanto destinos como empresas turísticas han de afrontar un reto ambiental muy grande, derivado de las consecuencias del cambio climático, que, como saben, se ha transformado en una crisis que es el resultado de no haberse anticipado. Por tanto, ahora habrá que reaccionar mediante la adaptación y mitigación y más aun en destinos de sol y playa de costas e islas.
Es consecuente entonces que una estrategia de respuesta al cambio climático, es decir, de cómo el turismo (destinos y empresas) pueden adaptarse y mitigar los efectos negativos de la crisis climática es parte fundamental en la estrategia de sostenibilidad turística y se debería tener muy en cuenta. Hay que tenerlo claro si se quieren resultados palpables fruto de una nueva cultura en el sector.
Hay que ir más allá del ‘maquillaje’ aludido. Es necesario tener en cuenta que invertir en sostenibilidad real es muy rentable y facilita la competitividad turística, además de que en breve las obligaciones legales de las empresas turísticas en materia ambiental serán mucho más exigentes y también más caras para quienes se demoren. El asunto incide en los cambios de modelos de gestión turística, luego se trata de poner atención y aplicarse en la ejecución de medidas sostenibles.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo, sobre todo en el NO al maquillaje, pues tengo la imoresión de que hasta ahora solo ha sido eso. Debemos dar EJEMPLO empezando por las propias instituciones llevando a cabo acciones relevantes y no solo que se quede en un mero "postureo"
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