Cuenta un veterano hotelero portuense su
amarga experiencia en los Dolomitas, un conjunto de macizos montañosos en los
Alpes orientales italianos que alberga un parque nacional y nueve parques
naturales, donde disfrutar del naturalismo y donde practicar el senderismo.
Pero no amarga por mala conservación ni por señalética deficiente ni por mala
atención en un incidente inesperado sino porque, hasta llegar al destino
escogido, hubo más dificultades de las previstas, esas que se van amontonando hasta
el desasosiego y desear fervientemente que llegara la fecha y el momento del
regreso.
Tres factores –dicen que hay que irse
acostumbrando, que son el sostén de la nueva normalidad- determinaron los
sinsabores del desplazamiento del veterano profesional: por un lado, los vuelos
cancelados, consecuencia de las políticas de las aerolíneas que están
aplicando, sin muchas reservas que digamos, criterios operativos y de precios
que protejan sus márgenes en medio del notorio aumento de los precios del
combustible. En segundo término, dado que los salarios representan el 25 % de
sus ingresos (19 %, la media mundial ), han dejado en stand by con
tendencia a demorarlo, el problema de la escasez de personal. Y finalmente, las
previsiones de resultados: 2022 será el tercer año con pérdidas. La mayor´`ia
no volverá a beneficios hasta el siguiente ejercicio.
Ahora, la escasez de personal, combinada con
las huelgas de los empleados operativos que exigen salarios más altos y mejores
condiciones de trabajo, han dado lugar a que muchas aerolíneas cancelen vuelos.
Esto, a su vez, ha elevado los precios: las tarifas promedio de los pasajeros
aéreos para Europa se movieron de 193 dólares en febrero de 2022 a 215 dólares
en mayo.
Según un estudio de Allianz Trade, firma mundial de seguros
de crédito comercial, se estima que a, corto plazo, la escasez de vuelos puede
beneficiar a las aerolíneas dado que pueden aumentar los ingresos subiendo las
tarifas, en lugar del volumen de pasajeros. Eso significa que las empresas
pueden absorber el impacto negativo del aumento de los precios del combustible,
además de retrasar el gasto inicial de contratar más trabajadores.
Entonces, la impuntualidad, las deficiencias en los
servicios, los riesgos de pérdidas de equipaje y las demoras imprevisibles en
los terminales están complicando seriamente tanto escoger el destino como
moverse a la hora de subir al avión. Si no hay alternativas o correcciones, las
cosas pueden ir a peor pues experimentaríamos un retroceso de ahí te quiero ver
y haríamos de estas circunstancias un hilo de normalidad que seguro no gusta.
Esto, en efecto, nos llevaría a al incremento de costes en
sostenibilidad. Más
costes en sostenibilidad. Según el informe de Allianz Trade, a largo plazo, la transición ecológica
representa una disrupción aún mayor para las aerolíneas en Europa dada la
creciente competencia de los operadores ferroviarios, que producen un 85% menos
de CO₂ que los aviones y son de propiedad estatal; es decir, están respaldados
financieramente en sus inversiones.
El panorama se complica cuando la nueva
regulación de la Comisión Europea (CE) sobre el uso de combustible de aviación
sostenible, que es 2,5 veces más caro, también perjudicará aún más los márgenes
operativos. Los gobiernos europeos han establecido la mezcla obligatoria de
38%/62% de combustible sostenible de aviación (SAF) y queroseno para 2045, la
cual aumentará la factura de carburante del sector aéreo en un +57 %.
Así que, de no modificarse estas previsiones,
muchos nos tememos que la nueva normalidad en Europa traerá unos cuantos
disgustos.
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