‘Retorno al
Chimisay paradiso”, reza un viejo cartel publicitario en una destartalada
vitrina en la fachada del cine portuense que llevaba esa nombre, inaugurado en
1972, reemplazando al desaparecido Teatro Topham cuya ausencia lamentamos
tanto, sobre todo quienes allí hicimos pinitos y oficiamos las primeras
presentaciones, así como quienes amaban cualquier manifestación del arte de
Thalía, a sabiendas de que no se prodigaban pero eran una referencia relevante
en el franquismo entonces predominante.
En ese retorno coincidíamos cinéfilos, nostálgicos, amantes y curiosos, atraídos por el título de la exposición de fotografías de Andrés Padrón, “El arte de los sueños. Precursores de la ilusión”. No importa el tiempo pasado, a negro prácticamente, sin actividad alguna en la que fue una de las salas imprescindibles del añorado Festival Internacional de Cine Ecológico y de la Naturaleza que dirigió, con solvencia y maestría, en la mayoría de sus ediciones, el periodista Alfonso Eduardo Pérez-Orozco.
Allí estaban Pedro González, propietario del local, generoso cedente para la ocasión. Y Francis Abrante, emprendedor intelectual incansable, amante del Puerto, de la cultura y de la creatividad artística. Y el crítico Eduardo García Rojas que obsequió un texto de los suyos, tan lleno de sugerencias y aristas críticas. Y el alcalde, Marco González Mesa, con algún guiño dialéctico sobre el futuro del recinto, que para eso andamos en fiestas, como lo atestiguaba su reina, Anabel Díaz Felst.
Al Chimisay ‘perdido’ –y que nos perdone John Milton por este juego de palabras- volvían los de probado amor al cine no para ver una película –tranquilos, todo se andará- sino la imponente colección de fotografías de Andrés Padrón quien, lamentablemente, no pudo estar presente, como era su deseo.
Es una exposición que conjuga dos elementos fundamentales para generar una experiencia diferente al visitante. Por un lado, como se divulgó en la presentación, la visualización de fotografías de la edad de oro del cine americano y otros cines, hasta finales del siglo XX, y la cuidados catalogación y distribución de la información que desemboca en una experiencia plurisensorial para loa asistentes. Por eso, procede destacar el marco incomparable del cine Chimisay, contenedor de un simbolismo especial, pero en un uso dialéctico y divulgativo. En esta colección, desde luego, se destaca el trabajo de los realizadores con imágenes únicas en pleno rodaje, cedidas por Andrés Padrón pertenecientes a su excelente colección particular, quizá –o sin quizá- una de las mejores de Europa.
El cine siempre ha sido una ventana para entender el mundo en cada uno de los momentos de nuestra historia, independientemente de su naturaleza, buena o mala. Se reproduce lo que fue, lo que es, lo que podrá ser y la ficción, muchas veces desde las más completa, verdadera y serena mirada de la realidad, de la denuncia, del humor, del documental o del entretenimiento…
La comedia, el drama, la interpretación, la visión unipersonal, la dirección magistral, la combinación de los recursos. O sea, el cine y su magia. Cuando los sueños se hacen arte.
2 comentarios:
Entrañable recuerdo del pasado , hay cosas que no se deben olvidar y para eso está el arte de la fotografía y la literatura, ambas dan forma al cine... Gracias.
Magnífico y nostálgico artículo.
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