Los votantes franceses dieron a una amplia
coalición de izquierdas el mayor número de escaños en el Parlamento en unas
elecciones generales cruciales que han mantenido a la extrema derecha fuera del poder pero
dejaron a Francia en una situación sin precedente: no existe un bloque político
dominante en el Parlamento.
Hace un mes, el Nuevo Frente Popular
(NFP) no existía. Ahora es el vencedor de las elecciones legislativas de Francia. El bloque de izquierdas se ha
convertido en el más votado en la segunda y decisiva vuelta, ha conquistado
hasta ciento ochenta y dos escaños en la Asamblea Nacional y ya reclama para sí el cargo de
primer ministro y la conformación de un gabinete. Por tanto, el país galo se encuentra en aguas
desconocidas, con tensas negociaciones para formar un nuevo Gobierno y con la
necesidad de nombrar un primer ministro que comparta el poder con el
presidente, la célebre cohabitación.
Francia ha
vuelto a estar a la altura. La coalición era aire antes del 9 de junio pasado,
día de las elecciones europeas, cuando saltaron todas las alarmas: la
Agrupación Nacional (AN), el partido ultraderechista de Marine le Pen, ganó los comicios comunitarios con
más de un tercio de los votos y con marcadas diferencias respecto a sus
perseguidores. El presidente galo, Emmanuel Macron, se marcó un órdago, disolvió el Parlamento y convocó
elecciones, intentando cortocircuitar rápido el crecimiento de los radicales.
Hasta los suyos se lo reprochaban, teniendo como tenía aún la mayoría relativa
de la Cámara.
Mientras el
macronismo aún intentaba encajar la jugada de ajedrez de su líder, los partidos
de izquierda hicieron lo que no se esperaba de ellos: en un tiempo récord,
cuatro formaciones se sentaron, se miraron a la cara, se dijeron cuatro
verdades y otros tantos improperios y pactaron, a una, una apuesta conjunta
ante las legislativas, un sólo programa electoral. El paso coordinado de La
Francia Insumisa, el Partido Socialista, el Comunista y los Verdes dejó
pasmados a los analistas, dentro y fuera de Francia. Tan rápido, tan sólido,
tan ansioso.
Bautizaron a su
alianza como aquel Frente Popular original que impidió que la extrema derecha
ganara el poder en 1936. Y con ese halo de convencimiento republicano, de
barricada común, de no pasarán, pelearon sin descanso. "Macron quería
dejar sin tiempo a la AN ni para celebrar las europeas ni para hacer campaña,
pero esas prisas también afectaban a sus adversarios por la izquierda. El
presidente pensaba en poder erigir a sus liberales en la salida sensata a la
crisis, pero no estaba en sus planes ver crecer a la izquierda con un sueño por
lema. Así ha sido", resume el analista John Linher, del Centro Jacques
Delors.
Pero la
coalición formada apresuradamente dio el paso al frente, aún sin tiempo para
armar actos y sin traer buenos datos de las europeas. "Gentes muy dispares
superaron las diferencias y han hecho campaña sobre una plataforma de alto
gasto público que ha asustado a los mercados financieros y podría llevar a
Francia al caos económico, dicen los críticos, pero que tenía una bandera muy
clara: ultraderecha no. Han sintetizado ese sentimiento, que como ha quedado
visto estaba en buena medida en la población francesa, y ha ofrecido a los
electores una vía para hacer frente a esa amenaza".
Ya hay bandera: ultras no, ultras fuera. Pero, ¿y el liderazgo?
¿Cómo se lleva eso de tener al menos cuatro cabezas que lucir? Cada partido
celebró los resultados en su propia sede
y también hizo eventos de campaña separados, salvo excepciones, en lugar de
hacerlo todos juntos. "Digamos que ha habido un mensaje-marco y múltiples
altavoces. En otras ocasiones eso puede generar confusión o cacofonía, pero en
éste los datos confirman que el mensaje que se quería transmitir ha estado por
encima de las siglas y los nombres", añade Linher.
Ahora mismo, de
hecho, no se sabe a quién van a presentar como aspirante a primer ministro, un
nombre que ha de pactarse y darse a conocer esta semana. "Tenemos que ser
capaces de hacerlo ya", dicen los socialistas, que apuestan por alguien
con "capacidad de dialogar con el exterior" porque se hace necesario
"ampliar" la mayoría relativa que tienen. Sin absoluta, queda pactar,
bien con una coalición de legislatura -lo menos previsible-, bien con acuerdos
puntuales.
Pero la lección
francesa ya está aprendida: su espíritu está profundamente apegado a la
República y sus valores. Cabe decir que los ciudadanos han cumplido y han
frenado al derechío extremo que les amenazaba (y amenaza). Ahora falta que lo hagan los representantes
electos.
1 comentario:
Aún coincidiendo con su analisis, no hay que perder de vista que los representantes de AN obtuvieron 10.647.914 votos en la primera vuelta y 10.109.379 en la segunda lo que representa alrededor del 37% de los votos. ¡¡¡Mucho ojo!!!
Saludos
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