El problema no es nuevo y, por supuesto, escasa culpa o responsabilidad hay que atribuir al gobierno local del Puerto de la Cruz que apenas lleva un mes ejerciendo esas responsabilidades, bien es verdad que debería ir mostrando algunas señales de lo que quiere hacer, por ejemplo, con el sector comercial que, en algunas zonas del municipio, incluida el casco o el centro, entre cierres, abandono, suciedad y cartelería obsoleta, deja mucho que desear. Desconocemos hasta las intenciones de lo que se quiere hacer con aquellas zonas donde los comercios han entrado en crisis con numerosos cierres que se van prolongando, lo cual redunda en la merma de la oferta, además de incidir en la mala imagen que significa el que se vayan multiplicando los establecimientos que, por las circunstancias que sea, quedan inoperativos. Hace unos meses, recordamos, en una reunión con agentes del sector, una veintena de comerciantes ofrecieron su punto de vista sobre una regulación que, teóricamente, preparaba el consistorio para mejorar no solo la imagen de la ciudad sino también para ordenar el buen uso que se haga, un suponer, de la vía pública por parte del tejido empresarial portuense. Una ordenanza reguladora de esa ocupación, práctica y sencilla, aplicable y objeto de seguimiento para que surta los efectos positivos que se demanda. En algunos sitios, muy visibles, prosiguen los excesos abusivos (Para un examen, con nota, alguien debería disponer de los datos relativos a la recaudación por los conceptos correspondientes. A ver). Pero, de paso, aprovechen para estudiar a fondo qué pasa con aquellas zonas donde los comercios han entrado en crisis con numerosos cierres que se van prolongando, lo cual incide en una oferta pobretona y sin alicientes, además de incidir en la mala imagen que significa el que se vayan multiplicando esos establecimientos cuyos propietarios o arrendatarios han tenido que cerrar sus puertas o dispositivos.
El comercio portuense no ha muerto pero está agotado. Cierto que la proliferación de grandes superficies y centros comerciales en las cercanías territoriales (el valle, sin ir más lejos), así como la implementación de nuevas fórmulas y hasta de nuevas técnicas en el tráfico comercial, han contribuido a frenar el desarrollo del sector que hasta no hace mucho lo confiaba todo al turismo, por no mencionar las limitaciones en los dotacionales de aparcamientos que hacen cumplir al pie de la letra aquel principio americano: ‘No parking, no business’ (No hay aparcamiento, no hay negocio).
Lo que quiera que vayan a hacer no debe demorarse mucho. Hay que recuperar el nervio comercial del Puerto pues cuando la actividad y la dinámica comercial flaquean, hay que dar respuestas, implicando a los propios comerciantes que han de ser conscientes de que, ante la enorme competencia, no pueden permanecer cruzados de brazos ni aguardar pacientemente el movimiento de los turistas ni confiarlo todo a la acción promocional de las administraciones públicas. Es preciso que, desde las asociaciones de pequeños y medianos empresarios, se haga un ejercicio de imaginación para dinamizar la actividad. Otros pueblos ya lo han hecho, parece que con resultados estimables. Para eso hace falta imaginación y constancia. No basta con un plan de choque –difícilmente aplicable en este sector- sino que es necesario un estudio pormenorizado de prospectivas que incluya también la no repetición de modalidades productivas. Hay que implicar a los propios comerciantes, que han de ser conscientes: ante la enorme –y a veces asfixiante- competencia no pueden permanecer cruzados de brazos ni confiarlo todo a la acción promocional de las administraciones públicas. Es preciso que, desde las asociaciones de pequeños y medianos empresarios y autónomos, se haga un ejercicio de imaginación para dinamizar la actividad.
Para superar el agotamiento y volver a ser atrayentes.
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