El fotoperiodista andaluz afincado en La Laguna, Antonio García Rueda, será homenajeado pasado mañana jueves en un acto que tendrá lugar a partir de las seis de la tarde, en el convento de Santo Domingo de Guzmán.
El acto consistirá en la presentación, primero, del libro titulado ‘Antonio Rueda, la fotografía respirando humanidad’, del que es autor Ramón Vera Machín; y a continuación, del corto documental ‘Antonio Rueda, notario gráfico del acontecer social de San Cristóbal de La Laguna’.
Rueda, además, fue un excelente notario. A su humanismo, añadía una puntualidad profesional fuera de lo común. Siempre aparecía, siempre estuvo presente en los grandes o infortunados acontecimientos. Considerarle, como hace el título de este documental, es un más que justo reconocimiento a sus cualidades: con él se hizo buena –buena no, espléndida- aquella sección que visionaban todos los lectores, de cualquier edad: “El fotógrafo estaba allí”, algo más que un reclamo, toda una introducción certera del impacto que iba a causar aquel documento gráfico en quien lo contemplaba.
Rueda practicó aquel pensamiento del fotógrafo húngaro fallecido en Vietnam, Robert Capa: “No hace falta recurrir a trucos para hacer fotos. No tienes que hacer posar a nadie ante la cámara. Las fotos están ahí, esperando que las hagas. La verdad es la mejor fotografía, la mejor propaganda”. La verdad, en efecto, captada tal cual, al desnudo, reveladora, era un distintivo para el autor. Cuando sin posar se obtiene un resultado limpio y realista, es que el fotógrafo se ha esmerado lo justo y ha sabido disparar en el momento adecuado. Un gesto se abre por sí solo, acaso sea una señal distintiva eterna: la perspicacia de quien seguía el movimiento, un ojo en la cámara y el otro acaso en la inmensidad del horizonte que se expandía, importara más o menos, es lo que definía, sin estar escrito en ningún lado. Lo dicho: “el fotógrafo estaba allí”.
Rueda estuvo en muchos sitios y muchas veces. Aguere se rindió a menudo a los ojos, a la intuición y al sentido de la oportunidad de este notario gráfico que amó la ciudad y su arte, su ambiente y sus callejuelas, su gente y sus personajes. Cuántos paseos sin trucos: las fotos aguardaban ni siquiera a que se detuviera. Aquella estampas parecían preparadas o predispuestas para él. Rueda sacaba su titulación notarial fijando, hablando, captando… Cierto que aprovechó bien la ventaja que brindaba aquella ciudad monumental, capaz de romper sus esquemas clasicistas para ofrecer los rasgos modernistas y las restauraciones más hermosas.
Un libro y un corto documental que verán la luz en la tarde-noche del jueves son testimonio esmerado del quehacer infatigable de un fotógrafo, convertido, sí, en un notario gráfico.
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