El
gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, abonó
recientemente los surcos de los efectos del incremento del Salario
Mínimo Interprofesional (SMI) sobre la creación de empleo, con
algunas previsiones que se alinean en las posiciones de rechazo o
disconformidad con la medida pactada entre el Gobierno y Podemos con
vistas a los próximos Presupuestos Generales del Estado (PGE).
Concuerdan también con las apreciaciones de otras formaciones
políticas, de la Confederación Española de Organizaciones
Empresariales (CEOE) y del mismísimo Fondo Monetario Internacional
(FMI). Una conjunción ¿de intereses? cuyas recetas, por cierto, no
han contribuido muy eficazmente que digamos a la solución del
desempleo ni de la desigualdad. Pero bueno...
Lo
que se pretende es que el SMI pase a ser de novecientos euros
mensuales (en la actualidad, setecientos treinta y cinco) en catorce
pagas, un incremento del 22,35 %, el mayor de la historia en tasa
interanual. La medida significa un impacto de trescientos cuarenta
millones de euros y afectaría a más de quinientos treinta y tres
mil trabajadores, aproximadamente el 3,5 % del total de afiliados a
la Seguridad Social.
Hernández
de Cos expuso unos cálculos pesimistas: el aumento pactado puede
representar al conjunto de la economía productiva española la
pérdida de unos ciento cincuenta mil puestos de trabajo, el 0,8 %
del empleo total. Está claro que para el gobernador Hernández, la
subida es muy elevada y perjudicará, en su opinión, a los
trabajadores más jóvenes y a los parados de más edad con menor
capacitación profesional. Por eso recomienda que los incrementos del
SMI sean moderados y a ritmo lento de modo que no afecten
negativamente a los empleos peor retribuidos y cualificados. A
propósito, la Comisión Europea, hace pocas fechas, redujo esa
pérdida a setenta mil puestos de trabajo.
Y
es que los expertos discrepan sobre los perjuicios que produce una
subida del salario mínimo. Diferencian, sobre todo, el momento: no
es lo mismo afrontarla en etapas de expansión clara de la demanda
que en período de estancamiento. Una opinión tan valiosa como la
del Premio Nobel, ex economista jefe del Banco Mundial y profesor de
la Universidad de Columbia, Joseph Stiglitz, incidía en que no hay
muchas razones para las negativas previsiones del Banco de España.
Para Stiglitz, la subida salarial tiene un impacto negativo sobre el
empleo e incluso, como se ha demostrado en algunos casos, positivo.
Respetando,
como no puede ser de otra forma, todos los criterios y teniendo en
cuenta la precariedad del mercado laboral español así como el
momento en que nos encontramos, este incremento del SMI se puede
defender en tanto tiene efectos sobre el consumo pero, sobre todo,
porque no es la única medida que se aplica para seguir manteniendo
la tendencia de la recuperación. Ya decía alguno de los expertos
aludidos que la productividad de las empresas depende de otros
factores distintos de los bajos salarios. Parece claro, en fin, que
la subida del Salario Mínimo Interprofesional es factor
indispensable de manera que el crecimiento de la economía sea
percibido también las rentas salariales.
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