Coincidió
la dimisión del órgano de dirección del Partido Popular (PP) de
María Dolores de Cospedal con la emisión de la producción de La
Sexta, titulada
El
hombre de las mil caras, referida
a la vida, obra y milagros de aquel policía llamado Francisco Paesa
de quien se llegó a decir que pagó su propia esquela sin estar
probado que hubiera fallecido. Eran los años en que Felipe González
presidente hubo de encarar las vergonzantes circunstancias del caso
Luis Roldán, ex director general de la Guardia Civil.
Pura
casualidad que ha servido para acercarnos o para imaginar cómo
funcionan las cloacas del Estado, por donde fluye, sobre todo, la
falta de escrúpulos.
Las
conversaciones telefónicas entre Cospedal, su marido y el ex policía
José Manuel Villarejo alcanzan tal nivel de obscenidad que cada
fragmento publicitado desborda el asombro. No hay límites en las
tramas y en las finalidades de éstas. Las evidencias de chantaje son
claras. De hecho, hasta podría interpretarse que la difusión del
contenido de las grabaciones es otro instrumento de la operación,
máxime si se trata de apretar para salvarse. Eriza saber que aún
quedan más conversaciones y que puede haber más implicados. Por las
cloacas circula cualquier detritus. Ya puestos, extorsiona -esto es
lo que parece hacer Villarejo- como puedas.
No
debería valer todo pero el problema es el daño que se causa a la
democracia y al prestigio de las instituciones. Y al sistema de
partidos. La utilización de métodos sórdidos para enfangar es la
peor de las opciones, sobre todo en momentos como los que vive el
país, con un Gobierno frágil, con incertidumbres presupuestarias y
con una fractura como la de Catalunya de imprevisible final.
Por
eso, están por ver las repercusiones políticas de la dimisión de
María Dolores de Cospedal. El error de haberse reunido con él
resulta evidente. De momento, Pablo Casado parece desmarcarse.
Tendrán que lidiar con la permanencia en el escaño de la ex
ministra.
Uf!
Vaya embrollo. Lo cierto es que las cloacas cada vez huelen peor.
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