El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ha devuelto -siquiera fugazmente, lo que dura una encuesta- a los planos de la actualidad el debate entre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente del Partido Popular, senador Alberto Núñez Feijóo. Según el 29 % de los encuestados, el ganador fue Sánchez, en tanto que el 24 % cree que fue el candidato popular quien más brilló en la Cámara Alta
Pese a la repercusión que tuvo este debate en los medios de
comunicación, solo uno de cada cinco ciudadanos siguió el cara a cara
entre los líderes del PSOE y del PP., con un 21,1%, mientras que la cifra sube
hasta un 61% de personas que recibieron algo de información sobre la
convocatoria del pasado martes 6 en el Senado.
La respuesta más repetida tras la que da la victoria a Pedro Sánchez es
la que alega que ninguno se impuso sobre el otro, con un 26,1 % que lo
piensa. En el siguiente puesto, se encuentra la opción que otorga el triunfo a
Núñez Feijóo, algo que defienden el 24 % de los entrevistados.
Consignados estos datos, comentemos algunas consideraciones del debate
que seguimos sin gran entusiasmo, todo sea dicho. La política cada vez inspira
menos. Y como el representante del PP empezó a perderlo cuando lo plantearon
desde su formación y no esperaban la rápida y afirmativa respuesta, sirvió en
bandeja algunas de sus propias debilidades. Para colmo, en las vísperas,
alguien de los conservadores dijo que, ante Sánchez, había que salir a empatar.
En fútbol, se sobreentiende que quien adopta esa táctica, termina perdiendo
aunque sea en el último minuto.
Cierto que la cita, donde supuestamente había que hablar de crisis
energética aunque todos sabíamos que los contendientes iban a aprovechar para
adentrarse en otros territorios, arrojó un dilema para la historia de los
cuerpo a cuerpo en sede parlamentaria y fue trasladado por el presidente del
Gobierno: ¿insolvencia o mala fe?, recurso dialéctico empleado varias veces,
directo a la yugular, para arrinconar al senador.
Las sonrisas les delataban: una de debatiente seguro y sólido; otra de
aspirante un tanto inseguro y desbordado. Los asesores del senador Feijóo le
habrán dicho que es una escena fatal esa de manejar y reordenar los papeles,
siquiera desde el escaño. Tontería perder tiempo con las alusiones al tiempo
disponible y el ventajismo para el presidente: conocían (se supone) las reglas
en el momento de promover el debate.
Sánchez introdujo en su discurso reproches a agentes sociales poderosos
e influyentes. Es una concesión a su electorado, que quiere escuchar esas
cosas. Por el contrario, Feijóo no apeló en ningún momento a captar
simpatizantes a los que hubiera gustado recibir mensajes críticos con quienes
se han lucrado en esta crisis, con quienes no han tenido compasión de los
consumidores.
En fin, algunos medios y los propios seguidores del político popular no
quedaron del todo satisfechos. Esperaban más de Feijóo que salió del debate con
una sensación de que aún está algo lejos de ser alternativa. Terminaron
pidiendo la hora, por seguir con símiles balompédicos. Con esas impresiones, no
es de extrañar que Pedro Sánchez haya anticipado que acudirá en futuras
ocasiones al Senado.
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