"Adivina quién viene a cenar esta noche", era el título de aquella película dirigida por Stanley Kramer y protagonizada por Spencer Tracy, Katherine Hepburn y Sidney Poitier. Son otras circunstancias y es otro el escenario, naturalmente, pero nos tomamos la licencia para hablar de José Manuel García Peruyera, un asturiano nonagenario -aunque no lo parezca- acaso el último -o el penúltimo- superviviente de los campos de exterminio en la Segunda Guerra Mundial en Buchenwald, primero, y en Mauthausen, después, en Alemania y Austria. Español, seguro. Era uno de los protagonistas de anoche en Periplo.
Azarosa es su vida desde que la salvó, con apenas ocho años de edad, porque su madre le envió a la farmacia a buscar un jarabe mientras ella y el resto de la familia penetraba en un refugio por donde minutos después se colaría un proyectil que acabó con su vida, la del resto de la familia y de tantas otras personas.
José Antonio experimentó el horror y la crueldad. Fue un niño de la guerra, aunque no le llevaran a Rusia, sino a Francia, todavía sin apagarse los cañones de la contienda española. Entre penurias y tribulaciones, respirando pólvora y miseria, sin rumbo ni horizonte, terminó en los campos de concentración, donde vería al mismísimo Heinrich Himmler, despiadado gerifalte del nazismo, y al tristemente célebre Josef Mengele, el "doctor muerte", los hombres que se ensañaban con los judíos y los menores mientras saqueaban todo el oro que detectaban o descubrían. Lleva tatuado uno de los célebres números con que distinguían a los cautivos.
Allí estaba el infierno. Hasta que ganaron los aliados y García Peruyera llegó a París, superviviente del Holocausto, para subir y trabajar en la Torre Eiffel, por recomendación de Picasso y donde conocería poco después a De Gaulle. Desde ahí continuó un auténtico periplo, en barcos donde hizo de cocinero, y cruzó el Atlántico y el Pacífico. Se casó por segunda vez en Costa Rica. Conoció al Ché y al comandante Fidel Castro. América rugía y siguió la "guerra fría" desde cierta distancia. El atrevimiento le había llevado hasta Pekín, donde fue huésped del mismísimo Mao Tse Dong. Pisó los cinco continentes y se dio cuenta de la facilidad que tenía para los idiomas.
Hasta que llegó a Las Palmas de Gran Canaria para residir definitivamente. El suyo, pues, no es un relato cualquiera. Es el de un aventurero -Periplo es un festival también dedicado a ese género literario- que vio estallar las bombas, huyó a toda prisa, se refugió donde pudo, vivió pesadillas -aún le acompañan, según confesaría-, se enfrentó a la reconstrucción de vidas, vivió junto a personajes históricos, encontró acomodo en una isla y disfruta contando hasta donde su memoria alcanza. Que no es poco, lo van a comprobar.
¿Ya adivinaron quién vino a cenar anoche? Es él: José Manuel García Peruyera, que se atrevió, entre otras cosas, hasta con canciones republicanas. Con razón, Pepe Naranjo había augurado que iba a ser la entrevista más difícil de su carrera.
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