Carmelo
Méndez Quintero, primer alcalde de Icod de los Vinos tras las
elecciones municipales de abril de 1979, nos recordaba recientemente,
durante un acto en el que fue galardonado el primer presidente de la
Comunidad Autónoma de Canarias, Jerónimo Saavedra, el proceso que
hubo que afrontar para salvar el Drago, el totémico árbol. Carmelo
estaba allí, en las entretelas de aquel proceso, 1983-87. Entonces,
salvaron el Drago y sembraron la semilla del parque que hoy lo acoge,
de un noble y digno entorno que hace honor a su simbología.
Y
es que el Drago, en efecto, se encontraba realmente enfermo. A
principios de la década de los ochenta, el ingeniero agrícola
icodense, Juan Alberto Rodríguez, hacia llegar tan desagradable
noticia a qjuienes ya tenían responsabilidades de gobierno en el
Ayuntamiento. Nos recomendó contratar los servicios de un técnico
especialista en grandes árboles que él conocía. Fue así como
llegó a Ycod el californiano Kenneth Allen. Inmediatamente se puso a
trabajar y detectó la gravedad del problema. El Drago presentaba una
deficiencia estructural complicada, el peso que soportaba el árbol
era desproporcionado con su tronco (los dragos antiguos son huecos en
su interior). Era necesario, como primera medida, descargar el peso
de alguna de sus gigantes ramas para que no se produjera un colapso y
se partiera por la mitad, como por cierto había sucedido con los de
la Orotava y La Laguna. A lo largo del tiempo se comprobó que fue
una decisión acertada, pero difícil de asumir en aquel momento.
Recuerda Méndez que “unos cuantos nos pusieron verdes con sus
comentarios; éramos a su juicio, unos sacrílegos, que estábamos
mutilando a al árbol sagrado”.
Pero
lo cierto era que la masa interna del tronco presentaba signos de
putrefacción. Era necesario abrir más en la base, hacer una cavidad
que posibilitara la entrada de aire y que éste se renovara. No
obstante, también se introdujo un ventilador de aire para que ésta
circulara con mayor rapidez y paralizara el exceso de humedad. Para
favorecer que las raíces aéreas alcanzaran el suelo se le inyectó
una hormona que facilitara su crecimiento con el objetivo de que
contribuyeran al sostenimiento de la masa arbórea.
Estas
fueron las medidas de carácter urgente que se adoptaron, pero
Kenneth Allen recomendó otras de mayor calado:
a)
La carretera que pasaba a escasos centímetros del árbol debía
desaparecer. El peso de coches, guaguas y camiones, sus vibraciones
estaban haciendo mucho daño.
b)
la putrefacción del interior del árbol era debida a un exceso de
humedad producida, sobre todo por el riego de la flora de los
jardines diseñados hacia algún tiempo. Se debía de dejar de regar
o cambiar las plantas por otras especies que necesitaran nada de
agua.
c)
Era necesario estudiar la posibilidad de poner una estructura
artificial en el interior del árbol al objeto de sujetar su peso. En
este caso se contactó con el estudio de ingeniería Torroja de
Madrid, especialista en estructuras, que visitaron al Drago y
concluyeron que no se atrevían a intervenir con un ser vivo. Ellos
podrían hacer la estructura más difícil de un puente, un
acueducto, pero no con un árbol.
Ante
esta situación, relata con precisión memorística Carmelo Méndez,
y ante la escasez de medios del Ayuntamiento, “decidimos intervenir
a más altos niveles. Llamé telefónicamente al presidente del
Gobierno de Canarias. Creo que fue una de las llamadas telefónicas
más importantes de mi vida y le expuse el problema que padecía el
Drago. Ahora, después del tiempo transcurrido y después de escuchar
a Jerónimo el pasado viernes, entiendo por que acogió tan
calurosamente nuestra petición de ayuda. Su amor por estos
ejemplares de la flora canaria, quedaba al descubierto”
Después
de recabar la ayuda de Saavedra, recibe la llamada del director
general de Medio Ambiente, Francisco González, para decirme que el
consejero de Obras Públicas y Medio Ambiente, José Medina Jiménez,
había recibido indicaciones claras del presidente para estudiar la
situación del Drago Ycod.
En
primer lugar, se redacta el proyecto técnico del desvió de la
carretera, cuyo ingeniero fue el icodense José Andrés Domínguez.
El proyecto se ejecuta allá por el año 1991. Con el árbol y el
parque había que proceder de otra manera: Incorporar a los terrenos
de siempre, los situados al este de la carretea, los que
recientemente habían adquirido a don Jacobo de Lorenzo Cáceres con
la ayuda del Cabildo de Tenerife y con su conjunto convocar un
concurso de ideas y anteproyectos para que estos fueran evaluados por
un jurado de técnicos de prestigio. Debía de hacerse de esa manera
y no encargar un proyecto a un técnico concreto, como se solía
proceder, por la importancia y trascendencia de la obra..
Y
llegaron las ideas, vaya que sí. Por parte de la Consejería de
Obras Públicas se nombra al jurado formado por el vasco Luís Peña
Ganchegui, el madrileño Francisco Javier Sáenz de Oiza, el catalán
Joan Busquets y los canarios Felix Juan Bordes Caballero, Federico
García Barba y Eduardo García. Después de un detallado estudio de
todas las propuestas, acuerdan elegir el trabajo presentado por el
estudio Pastrana, Artengo y Menis, a los que más tarde se les
encarga el proyecto definitivo del Parque del Drago.
La
obra se va ejecutando por fases y están a punto de culminar con la
apertura del Centro de Visitantes. También se contó con la
inestimable colaboración del botánico, experto en flora canaria,
Wolfredo Wildpret de la Torre.
El
ex alcalde icodense, siempre atento a la evolución de su pueblo,
estuvo presente en el acto y, como los demás asistentes, pudo
disfrutar de la belleza y frondosidad del parque del Drago. Seguro
que se congratuló de que aquella simiente plantada cuando Saavedra
era presidente fructificara y seguro deseó que el Drago, que ahora
goza de mejor salud, siguiera produciendo raíces más profundas,
para abrazar mas fuerte si se puede, a la totalidad de los canarios.
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