miércoles, 8 de septiembre de 2021

LA VERSATILIDAD DE CONCHA VELASCO

 

Dice adiós Concha Velasco, quien durante décadas fue reconocida popular y mediáticamente como Conchita, próxima a cumplir ochenta y dos años el próximo mes de noviembre.

Se despide del teatro, del espectáculo al que dio vida en nuestro país durante décadas. Por Concha Velasco, dada su omnipresencia, incluidas sus apariciones televisivas, parecía que no pasaban los años. Pero llegó al Teatro Calderón de Valladolid y mandó a parar:

-Hoy ha sido la última representación que voy a hacer en el teatro. Mis hijos quieren que deje de trabajar, sobre todo, que no haga jiras.

El anuncio, inesperado, suscitó vítores y piropos. Los aplausos debieron sonar atronadores. Concha Velasco, querida y apreciada, recientemente operada de una hernia, ponía punto final a una trayectoria sobresaliente, de esas que se fraguan en escenarios y platós a base de versatilidad interpretativa y de constancia indesmayable.

Hace muchos años, debió ser a principios de los setenta, aún ejerciendo de reportero intrépido, la entrevistamos en el aún inacabado complejo turístico “Costa Martiánez’ (Lago). En la hemeroteca del extinto vespertino La Tarde, debe encontrarse aquel titular:

-Ya no soy una chica yeyé.

Porque Concha Velasco popularizó sin límites aquella canción, digamos que un mínimo canto de rebeldía de aquella juventud española que aspiraba a sacudirse de su modorra y de sus prejuicio.

-No te quieres enterar, ye yé, que te quiero de verdad…

Ahora ha dicho adiós con un papel en ‘La habitación de María’, escrita por su hijo, Manuel Velasco. En la habitación de la carrera de la actriz se guardan muchos recuerdos y muchas experiencias, la entrega de una intérprete polifacética, con registros para todo, de llamativa sonrisa y de aptitudes indudables que sirvieron para ganarse el respeto de públicos de toda condición. Y de jurados, como el de la Academia del Cine que, en 2012, le concedió el ‘Goya de Honor’ en reconocimiento a toda su carrera.

Se despidió, entre lágrimas y aplausos, con una frase de Santa Teresa:

-Lee y conducirás, no leas y serás conducido. Que sean ustedes muy felices y hasta siempre.

Nosotros, sus seguidores y admiradores, lo que tuvimos ocasión de conocerla, solo correspondemos: ¡Gracias!


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