Han transcurrido ya –y a qué velocidad- veinte años desde los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono. Los analistas y observadores se siguen preguntando, mientras se suceden transmisiones y programas que rescatan y procesan las imágenes de aquellos horrorosos hechos, de qué manera ha cambiado el sistema internacional en las dos pasadas décadas y cómo se ha visto afectada la siempre influyente política exterior de loa Estados Unidos. Estos veinte años empiezan y terminan en las Torres Gemelas. Allí despertamos del sueño de una gobernanza global y la expansión constante de las libertades y economía de mercado. El mundo, la globalización y los derechos humanos ya no son lo que eran.
Este aniversario coincide prácticamente con la retirada de los americanos y sus aliados de Afganistán. Empieza a perder vigencia, por tanto, un sistema de relaciones internacionales que confeccionaron después de la Segunda Guerra Mundial con el fin de asegurar sus intereses, está claro, y después para proporcionar seguridad a sus aliados y para contener los afanes de otras potencias. El esquema sigue siendo válido en organizaciones internacionales como la Asamblea de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización del Tratado del Atlántico Norte o Alianza Atlántica (OTAN).
Una de las preguntas más formuladas, después de los últimos acontecimientos, es si el liderazgo de Estados Unidos se tambalea. La respuesta, en una mera observación de artículo periodístico, es complicada porque “la redistribución de poder a nivel internacional dificulta la posibilidad de que Estados Unidos siga jugando el papel de líder del sistema”, según escribe el profesor de Teoría de las Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia de Comillas, Andrea Betti. Por un lado, escasean los recursos para poder hacerlo, por ejemplo, en Afganistán, mientras que, por el otro, su legitimidad se tambalea frente a potencias que exigen un papel protagónico. Aunque los intereses nacionales de un país no suelen variar en tan solo dos décadas, es indudable que algo ha cambiado en el comportamiento internacional de Estados Unidos.
Pero eso no significa, según Betti, que el orden internacional liberal esté destinado a desaparecer a corto plazo, y con ello las relaciones transatlánticas, el libre comercio o los valores democráticos. Cambios de esta envergadura pueden requerir mucho tiempo.
Se pueden estar generando transformaciones sustanciales y las relaciones internacionales experimentarían nuevos escenarios. Lo que sí es cierto es que tanto los aliados como los adversarios tienen que prepararse para un mundo en el que Estados Unidos se dedicará cada vez más a sus intereses nacionales de una manera que podrá resultar, a veces, insolidaria y agresiva. “Esto no será simplemente la consecuencia de un líder u otro, sino el efecto de unas transformaciones globales difíciles de parar”, concluye Andrea Betti.
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