viernes, 4 de marzo de 2022

Nada que hacer

 

Pero, ¿aún queda para escribir de transfuguismo? Sí, mientras haya cargos públicos que sigan actuando de forma irresponsable e incoherente, mientras haya comportamientos contrarios a ética y principios, mientras no se respete las reglas del juego, siempre habrá rendijas por las que se colarán las tentaciones, las transgresiones y las más variadas interpretaciones para orillar la normativa y los fundamentos de la democracia. Es tan barato ser tránsfuga (Bueno, según). Y además, se van concatenando tantas variables y posibilidades insólitas que el sinfín de anomalías solo aumenta el ritmo creciente de una realidad factual con la que no pueden la lógica elemental ni los propios partidos políticos ni los pactos de mínimos suscritos entre ellos mismos para intentar cubrir vacíos y erradicar un mal que les afecta, sea cual sea la ideología. En cualquier momento, en cualquier lugar. En cualquier institución.

Mientras no cambien las normas electorales, no hay nada que hacer. Y no es mentira en tanto prevalezcan algunos principios que son, cuando menos, discutibles. Si el escaño o la concejalía, como está sentado doctrinalmente tras numerosas resoluciones judiciales, pertenecen al diputado/a o al concejal/a, pues no hay que dar muchas vueltas a la controversia. Se ha intentado por activa y por pasiva, hasta penalizando a los infractores privándoles de acceder a órganos o cargos de responsabilidad o a un régimen retributivo estable… aislándoles, en una palabra. Ni por esas.

No son conscientes, un suponer, del daño tan grande que le causan a la democracia y a la política, en particular. Son tantos los factores que han ido minando la credibilidad del ejercicio de la actividad pública a lo largo de las últimas décadas, que no haber encontrado una solución para erradicar los fenómenos de desnaturalización política y de aprovechamiento (no importa ir contra la voluntad popular) ni siquiera engrosa el listado de prioridades. Es una suerte de resignación, acreedora, desde luego, de mejor causa.

Mientras tanto, habrá que aguantar –o convivir- con fariseísmos, dobles –o triples- discursos y también con discursos racionales a los que solo falta una traducción práctica, preñada de una indubitada voluntad política. Y terminante. No puede ocurrir que en cada legislatura o en cada mandato haya una situación de estas que ya aburre o desconcierta al personal y mantenga el interés informativo dos o tres fechas, hasta que se agote el argumentario y los tribunales –si es que terminan ahí residenciándose las cuitas-, con su proverbial lentitud, no prolonguen el lento auge del transfuguismo fuera de la ética.


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