Veinte mil millones de euros es la cantidad objeto de la controversia. La ha sacado la derecha de la chistera para poner el acíbar tras la Conferencia de Presidentes de La Palma, después de los relativamente excelentes buenos resultados de la cumbre, televisión en directo, lo que obligaba a contrarrestar. Con algo, pero contrarrestar. Y entonces, surgen los veinte mil millones del ministerio de Igualdad –en un alarde chistoso, han puesto en circulación la expresión Igual Dá- para su cuestionamiento demagógico con la fórmula mágica alternativa: su redistribución entre las familias, los más necesitados y los más vulnerables. Y hasta para bajar el recibo de la luz. Faltaría más.
Pero no es con frivolidad cómo hay que emplear estos asuntos en la arena política. En una época como la que vivimos, cuando la credibilidad es muy costoso mantenerla y no digamos ganarla, es muy fácil poner en solfa iniciativas que tienen una orientación social que favorecen equilibrios y superación de recursos o insuficiencias. Ese es el contexto socioeconómico, el terreno donde prenden fácilmente las chispas de las protestas y el malestar, o sea, la política más inestable y más proclive al enfrentamiento político.
Conviene recordar que los planes gubernamentales para sus políticas de igualdad tienen financiación. Los veinte mil millones de euros que tienen a mal traer a los que discrepan están distribuidos en cuatro años, es decir, cinco mil millones anuales, de los que el setenta por ciento son para abonar las bajas por maternidad y paternidad. Otro diecisiete por ciento se destina a ayudas para escuelas infantiles. Luego, quinientos millones más están planificados para mitigar las brechas de las pensiones de las mujeres mayores con asignaciones bajas y otros quinientos millones anuales para la atención o asistencia a las mujeres maltratadas.
Pero se han empeñado en un mensaje más frívolo y superficial. Lo destaca el politólogo Álán Barroso, quien considera que los promotores de este planteamiento son los mismos que ya han destacado por su aversión al feminismo. Añade Barroso, llegando un poco más lejos, que “quienes se quejan de esta inversión luego dicen defender a la familia, pero cuando se ofrecen medidas para conciliar, para poder tener hijos sin que te quiten libertad y que los cuidados no recaigan siempre sobre las mujeres se vuelven locos y lo usan para seguir atacando que es lo único que saben hacer”.
Una respuesta ilustrativa, formulándose una pregunta, ha sido la de la ministra de Igualdad, Irene Montero:
″¿Cuál de todas estas políticas dejaría de financiar la presidenta de la Comunidad de Madrid? Permisos de maternidad y paternidad. Escuelas infantiles de 0-3 años. Plan Corresponsables para la conciliación. Acabar con la brecha salarial, incentivar la contratación y la lucha contra las violencias machistas”.
En muchas de estas cuestiones, ciertamente, hay avances y conquistas de años. Laten fundamentos del Estado del Bienestar. La igualdad es una cuestión muy seria como para intentar minimizarla con ocurrencias o modelos desfasados. Por eso, es mucho más constructivo ofrecer alternativas sólidas y no retornar a beneficencias o caridades de varios tipos.
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