El 2020 será recordado como el año en que un virus sacudió al mundo entero. Su velocidad de propagación, letalidad y la particular afectación de las personas mayores y personas con enfermedades crónicas no transmisibles, sometió a los sistemas de salud a una presión inédita, saturando los servicios de tratamiento intensivo.
Como
respuesta, los servicios de salud adoptaron medidas urgentes, con el fin de
evitar concentraciones de usuarios, readecuar espacios físicos y redireccionar
personal de salud desde diferentes áreas hacia los servicios de atención a
personas contagiadas o con sospecha de estarlo.
A raíz de
esas medidas, necesarias y pertinentes, se redujo la atención en
policlínicas, centros hospitalarios y servicios descentralizados, se
suspendieron consultas y actos quirúrgicos programados. Fue interrumpida la
atención de personas con enfermedades crónicas no transmisibles o que
padecen otras patologías, los controles de mujeres embarazadas y los
pediátricos, inmunizaciones y la realización de exámenes de diagnósticos o de
control.
Hacia
adelante, con esa evidencia, y lejos aún de contar con una vacuna efectiva
y accesible para los siete mil millones de habitantes del mundo, se abre paso
al escenario de la llamada “nueva normalidad” donde convivirán los procesos de
reactivación social, económica y cultural junto con el COVID- 19.
Este
escenario requiere –según la doctora Diana Pinto, especialista líder de la
División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo
(BID), docente e investigadora- una mirada estratégica para aprender de las
carencias y fortalezas de los sistemas de salud evidenciadas con la pandemia,
así como de las respuestas implementadas, de cara a atender los rebrotes del
COVID-19 que surjan, la eventual aparición de nuevos virus y muy
particularmente, para no desatender patologías menos mediáticas y altamente
mortíferas.
En ese
tránsito a la “nueva normalidad” los sistemas de salud tienen un papel fundamental,
tanto por las recomendaciones que impartan al conjunto de la sociedad, como por
las medidas que adopten para reactivar y consolidar su propia red de servicios.
Convenimos en que la salud en sí misma puede ser un pilar sólido de
cualquier economía. Un sistema de salud fuerte y equitativo no sólo ofrece una
mejor salud para la gente, sino que también trabajos seguros. Ayuda al país a
sobrellevar de mejor manera las crisis económicas y estar preparados para
responder a catástrofes o emergencias, además de contribuir a la justicia y
estabilidad sociales. Reconocer la importancia de los profesionales de la salud
y el llamado para invertir en la fuerza laboral son cruciales para lograr el
objetivo de cobertura universal de salud y los instrumentos para facilitar a
las empresas su transición a los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Y ya que los mencionamos, habrá que recordar brevemente el tercero
de ellos: garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas
las edades. Actualmente, el mundo sigue enfrentado a una crisis sanitaria
mundial sin precedentes: el Covid-19 ha propagado el sufrimiento humano, ha
desestabilizado la economía mundial y ha cambiado drásticamente las vidas de
millones de personas en todo el mundo
Es verdad que antes de la pandemia, se
consiguieron grandes avances en la mejora de la salud de miles, de
millones de personas. En concreto, estos
avances se alcanzaron al aumentar la esperanza de vida y reducir algunas de las
causas de muerte comunes asociadas con la mortalidad infantil y materna. Sin
embargo, se necesitan más esfuerzos para erradicar por completo una gran variedad
de enfermedades y abordar un gran número de problemas de salud, tanto
constantes como emergentes. A través de una financiación más eficiente de los
sistemas sanitarios, un mayor saneamiento e higiene, y un mayor acceso al
personal médico, se podrán conseguir avances significativos a la hora de ayudar
a salvar las vidas de millones de personas.
Las emergencias sanitarias, como la
derivada del COVID-19, significan un riesgo mundial y han demostrado que la
preparación es vital. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
señaló las grandes diferencias relativas a las capacidades de los países para
lidiar con la crisis generada por el virus y recuperarse de ella. Puede decirse
ya que, en efecto, la pandemia constituye un punto de inflexión en lo referente
a la preparación para las emergencias sanitarias y la inversión en servicios
públicos vitales del siglo XXI.
Más allá de respiradores y mascarillas, o
tapabocas, la reactivación de servicios de salud requerirá combinar
instrumentos, que posibiliten mejorar la calidad de los servicios, generar
eficiencia en los procesos, favorecer la comunicación con los usuarios al
tiempo que evitan traslados innecesarios en los servicios, minimizando los
riesgos de contagio de usuarios y del personal de salud.
El escenario requiere una mirada estratégica para
aprender de las carencias y fortalezas de los sistemas de salud evidenciadas
con la pandemia, así como de las respuestas implementadas, de cara a atender
los rebrotes del COVID-19 que surjan, la eventual aparición de nuevos virus y
muy particularmente, para no desatender patologías menos mediáticas y altamente
mortíferas.
En ese tránsito a la “nueva normalidad”, los sistemas
de salud tienen un rol fundamental, tanto por las recomendaciones que impartan
al conjunto de la sociedad, como por las medidas que adopten para reactivar y
consolidar su propia red de servicios.
En ese inmenso engranaje, el motivo que nos trae aquí
esta noche es glosar la trayectoria del Centro de Salud de Icod de los Vinos,
dirigido por el doctor Pablo Estévez, un profesional sobre todo, humanista. Un
médico humanista, de esos que transmite confianza al paciente, o lo que es
igual, de esos a los que el paciente visita con seguridad y sin temores, seguro
de que va a sanar o sentirse mejor. Dejémoslo ahí pues podríamos contar numerosas
situaciones en las que pudo ser contrastada su probidad.
El doctor Estévez encabeza el equipo humano que esta
noche recibe el Drago de Honor, esa original escultura del artista Moisés
Afonso que distingue una trayectoria acreedora de reconocimiento público. El
presidente del CIT ya resumió la dotación y las prestaciones del Centro de
Salud. Nos gustaría añadir que ese galardón simboliza la entrega y la
abnegación de los profesionales sanitarios que allí trabajan.
Nos vienen a la memoria aquellos días del
confinamiento, cuando desde las ventanas y los balcones de las casas, la gente,
personas de todas las edades, salían a determinada hora a aplaudir. Era una
manera sencilla de dar las gracias a quienes luchaban contra un virus
mortífero; era reconocer, cuando la Organización Mundial de la Salud se
esforzaba en obtener y disponer de vacunas específicas, que al otro lado de la
delgada línea que separaba la salud del contagio, había un personal sanitario
que, literalmente, dejaba de dormir y coleccionaba horas extra para que en
quirófanos, unidades de cuidados intensivos, habitaciones y hasta en pasillos,
la vida no se apagara.
El pueblo icodense también dedicaba aplausos, lo
primero al alcance para corresponder a esa dedicación y a ese celo profesional
que explicaban por sí mismos la pericia y la solvencia que una entidad
prestigiosa como el CIT, en su anual y ya clásica conmemoración del Día Mundial
del Turismo, viene hoy a reconocer.
Aquellas horas y aquellas fechas interminables fueron
para todo el personal del Centro de Salud de Icod de los Vinos un ejercicio de
sacrificio y abnegación. Horas amargas que también sirvieron para practicar la
solidaridad y el consuelo. ¡Lo que debían gratificar aquellas palabras dichas
con ánimo estimulante! Palabras que terminaron formando parte de las terapias
aplicadas a los cuadros y los diagnósticos de pacientes que echaron, sin
excepción, mucho realismo a la situación que debían afrontar, sobre todo para
evitar la propagación del virus.
Pronto comprendieron que la pandemia era mucho más que
una crisis sanitaria. Por eso, no regatearon esfuerzos para atender a
contagiados y, en definitiva, para salvar vidas. Se requería una respuesta
global de los poderes públicos y de la sociedad en su conjunto, equivalente a
la determinación y el sacrificio de los trabajadores sanitarios en primera
línea. La respuesta existió, también en Icod, con su planificación, su seguimiento
y sus protocolos.
Y otro aspecto, del que no queremos olvidarnos: la
comunicación. Muchos profesionales vivieron por primera vez un fenómeno en el
que era determinante comunicar, transmitir al paciente y a sus familiares y
allegados lo que procediera. Era esencial para reactivar los servicios y
generar confianza en la población. Utilizando diversos medios y formatos y
dirigida a diferentes públicos, los profesionales sanitarios debieron informar
sobre la pandemia (evolución, medidas adoptadas) y abordar “empáticamente”
sobre los temores al contagio, los efectos del aislamiento en la salud mental y
la desconfianza hacia nuevas modalidades de atención (telemedicina), entre
otros.
El Centro de Salud de Icod de los Vinos dio toda una
lección en esos campos. El Drago de Honor que recibe es el reconocimiento a
muchas cualidades, principalmente las que tienen que ver con las relaciones
humanas labradas en tiempos difíciles. Entre las enseñanzas que nos deja la
pandemia, figura el que los sistemas de salud
deben proporcionar un tratamiento libre de obstáculos, de acceso equilibrado y
eficaz a los pacientes, al tiempo que deben considerar cuidadosamente los
determinantes sociales de la salud. En esos sistemas, los médicos trabajan en
un equipo de salud en el que cada profesión o sector coopera en su dominio de
práctica y con respeto por la experiencia de los otros miembros del equipo.
Un
trabajo en equipo, conscientes de que ello permite ser mucho más eficientes en
el desempeño. Un antiguo proverbio etíope nos enseña el valor de esa tarea en
conjunto. “Cuando las arañas tejen juntas pueden atar un león”, es el texto del
proverbio que refleja el valor del poder incrementado desde la colectividad. La
unidad es la fuerza y la obtención de hechos que parecían inaccesibles está al
alcance a poco que se utilice con raciocinio y dosificación adecuada. Ahora se
trata de que las ataduras respondan.
Nuestra
felicitación, que se suma a todos los icodenses que hoy quieren compartir este
sentimiento después de las exigencias y los sinsabores que afloraron en la
pandemia. De su Centro de Salud, antes y ahora, pueden sentirse orgullosos.
(Texto leído anoche en el Casino Centro de Icod durante el acto de entrega del Drago de Honor, convocado por el Centro de Iniciativas y Turismo de la localidad)
1 comentario:
Hay que destacar,(como hiciste) la labor que se viene desarrollando desde hace ya bastantes años, que en Centro estaba capitaneado por D. Marcos Farrais y atendido también por grandes y amables profesionales, muchos de ellos aun hoy en activo. Felicitaciones para todos. Ejemplo para muchos.
Publicar un comentario