Cuarenta
y cuatro velas para la Constitución española de 1978. Llega el cumpleaños de la
Carta Magna en un contexto sociopolítico complicado. Demasiada crispación,
mucho encono y abundante polarización. Pero aún así, es una fecha a tener en
cuenta, no en vano Fue el Real Decreto 2964/1983 el
que dio naturaleza de festivo nacional a este día, "a fin de solemnizar
adecuadamente el aniversario de la fecha en la que el pueblo español ratificó
mediante referéndum la Constitución".
El escenario de este aniversario, desde luego, es complicado y
tenso. Basten tres referencias: el bloqueo a la renovación del Consejo General
del Poder Judicial (CGPJ) que hace cada vez más inquietantes las apelaciones de
las instancias europeas; y las consecuencias de las medidas subsiguientes a la
reforma del delito de sedición y a la aplicación de la Ley de Garantía Integral
de la Libertad Sexual, más conocida como la del “solo sí es sí”.
Los últimos meses se han caracterizado por las diferencias
verbales advertidas en los ataques dialécticos que se han producido desde las
distintas formaciones políticas, ya sea en las cámaras legislativas o en
terminales mediáticos, en donde es recurrente hablar de inconstitucionalidad y
hasta de violencia política. No han sido desde luego los mejores preparativos
del cumpleaños.
Seguimos creyendo, pese a todo, en la fortaleza de los cimientos
constitucionales. La norma suprema de todo el ordenamiento jurídico del país, a
la que se encuentran sujetos los poderes políticos así como los ciudadanos,
debe se respetada.
Por eso cabe preguntarse cuál es el estado de salud de la
Constitución que hoy cumple cuarenta y cuatro años. El profesor de Derecho
Constitucional de la Universidad del País Vasco, Javier Tajadura, responde:
“Me voy a remitir a un dato objetivo. La Constitución
española tiene como grandeza establecer un Estado de Derecho en una democracia
parlamentaria. Tiene mucho predicamento el ranking sobre democracias de The
Economist. Hace cuatro años estábamos arriba, como una democracia
perfecta, y ahora en el último informe hemos bajado escalones y somos una
democracia defectuosa. Lo comparto, estamos peor. Un país que es incapaz de
reformar la Carta Magna tiene un problema y, además, si no es posible renovar
las instituciones, pues el estado de salud es malo”.
Al hilo, reflexiona sobre las reformas que habría que hacer
de manera más inmediata: “Objetivamente, la pendiente es la territorial porque el tema autonómico está
mal resuelto. Hay
que cerrarlo, no se terminó en la Constitución. Hay que hacer un Estado viable
y federal. Es lo más urgente y necesario, eso determina que funcionen mal
muchas cosas”.
Se podrá compartir o no esta opinión pero quienes abogan por
las reformas saben que, tal como están las cosas, el procedimiento para
afrontarlas va a ser muy complejo, empezando por el momento o la oportunidad. Y
si no, tengamos presente esta otra apreciación de la catedrática de Derecho
Constitucional, Laura Díez, designada por el Gobierno para ocupar un asiento en
el Tribunal Constitucional (TC). Defiende reformar el artículo 149.1 de la
Carta Magna, que delimita la competencias exclusivas del Estado frente a las
comunidades autónomas. A su juicio, "el papel del Estado está desdibujado,
y prueba de ello ha sido el estado de alarma".
Con las cuarenta y cuatro velas encendidas, sigamos pensando
en la concordia, el diálogo, el entendimiento y la tolerancia si es que
queremos convivir como nación socialmente avanzada.
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