El Campeonato Mundial de Fútbol llega a su fin. Francia y Argentina, cada una con dos títulos, disputarán el próximo domingo el encuentro decisivo, un duelo sobre el papel espectacular.
Pero no es de fútbol de lo
que queríamos hablar. En Qatar se ha visto de todo, quizás no muy buen juego,
pero para quienes nos entusiasma este deporte, el salto que ha dado Marruecos ya es revelador.
Lo que pretendemos glosar
es el escándalo que ha envuelto el Mundial cuando nos aprestábamos para las
semifinales. Una página de auténtica vergüenza es la que se ha escrito en
Bruselas, tras descubrirse la que parece ser una auténtica trama delictiva. Hay
varios cargos públicos detenidos, entre ellos la mismísima vicepresidenta del
Parlamenta Europeo (PE),
“Damas y
caballeros, el Mundial del 2022 será en Qatar”, anunciaba el 2 de diciembre de 2010, el entonces presidente de la FIFA, Joseph Blatter. Por su parte, el jeque Mohammed bin Hamad Al-Thani,
presidente del Comité de Candidatura de Qatar 2022, decía emocionado:
“Gracias por creer en el cambio, no les vamos a defraudar. Estarán orgullosos
de nosotros. Se lo prometo”.
El lema
elegido, “Qatar 22: Espera lo increíble”, ha resultado ser premonitorio. No
porque se hayan disputado partidos sobre estadios en cuya construcción
fallecieron operarios y trabajadores. No por los esfuerzos de blanquear un
régimen que vulnera sin miramientos derechos humanos fundamentales.
Lo
increíble no estaba en las dunas y las proximidades de los recintos deportivos.
Estaba en el corazón de Europa, donde una red de corrupción de italianos y
marroquíes ha causado un daño atroz al fútbol y a la política, además de las
organizaciones a las que representaban los encausados. Entre las personas
detenidas, la mismísima vicepresidente del Parlamento Europeo (PE), la
socialista griega Eva Kaili. Caiga sobre quienes quede acreditada la
culpabilidad de la corrupción, todo el peso de la ley. El grupo parlamentario
al que pertenecía, Socialistas y Demócratas, ya ha determinado su expulsión.
Los primeros detenidos, cuatro personas, empezarán a declarar en sede
judicial la próxima semana.
El caso
ya se conoce como el Qatargate. Era lo que faltaba al controvertido
Mundial desde que fue elegida la sede y a los organizadores responsables del
fútbol internacional, sobre quienes recaen sospechas de irregularidades,
sobornos, comisiones y favoritismos. El daño al fútbol es de colosal dimensión:
una larga y densa sombra de sospecha se extiende sobre próximas decisiones y
adjudicaciones de la FIFA y de la UEFA. Es inevitable la pregunta: ¿en quién
creer?
Pero
antes habrá que pechar con las consecuencias del procedimiento penal que se
abra, incluidas las políticas. Habrá que aguardar a decisiones y resoluciones
pero el daño ya está hecho. La eurodiputada española Iratxe García, presidenta
del Grupo Socialista en la Eurocámara, asegura que su formación respaldará
aquellas iniciativas orientadas a mejorar la transparencia de las instituciones
europeas y aplaude la iniciativa de armonizar las leyes nacionales contra la
corrupción. Poco más podía decir en medio del terremoto que debe estar
sacudiendo las instituciones de la Unión Europea (UE) que también esperan la
final del domingo entre franceses y argentinos como si se tratara de una
tregua.
Pero no.
El caso seguirá. Serán muchos los acentos que se pongan sobre los perjuicios
causados. Qatar fútbol al margen, no puede terminar peor.
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