lunes, 26 de diciembre de 2022

LA GENERALIZACIÓN, UNA ENEMIGA

 La publicación de una información relativa al universo de beneficiarios de planes de ayuda social administrados por el Ministerio de Desarrollo de la República Argentina ha desencadenado una tormenta periodística con el problema de la generalización como eje medular.

En efecto, un informe de la Agencia Federal de Ingresos Públicos (AFIP) permitió conocer un elevado número (no especificado, nombre por nombre) de beneficiarios del denominado ‘Plan Potenciar Trabajo’, cuyas características socioeconómicas no se ajustarían a los requisitos exigidos para recibir la ayuda monetaria prevista por el programa. 

Los periodistas, desde luego, somos dados a la generalización, convertida sin mucha dificultad en una enemiga, silenciosa y poco descartada cuando es elegida al carecer de una información más particularizada, más concreta o más específica. Se ha dicho en repetidas ocasiones que la generalización acarrea injusticias. En el caso que nos ocupa, es evidente: en los medios que publicaron la noticia con mayor alarde se dio por cierto que los más de doscientos mil beneficiarios no merecen el aporte de ayuda estatal. La razón: sus ingresos, gastos e inversiones, propiedades o estados contables no se corresponderían y, por tanto, no serían compatibles con el acceso a una ayuda oficial. Y ahí se da lo que se plantea como negativo al comienzo de esta entrada: la generalización mete a todos en un mismo paquete y los hace aparecer –sin discriminación– como beneficiarios espurios de una ayuda necesaria para los sectores más vulnerables de la sociedad.

El Defensor de los lectores del diario ‘Perfil’, de Buenos Aires, Julio Petrarca, analizó este asunto para concluir que “no es diferente de otros similares, en una tendencia a la generalización que mucho mal causa al ejercicio del buen periodismo. Cuando un político de un signo afirma que sus colegas de signo opuesto son corruptos, y no identifica a quiénes se refiere, amplía la sospecha al conjunto y no cumple con el requisito básico de identificar al corrupto por su nombre y apellido”.

El propio Petrarca cita algunos ejemplos. Es habitual que en el lenguaje coloquial se diga que “los médicos recetan lo que los laboratorios quieren”, o que “los abogados son tan delincuentes como los que defienden”. Y precisa: “Hasta ahí, solo cabe recomendar que no se empleen esos argumentos así, en general. Pero cuando los periodistas difunden sin cuestionamientos esas afirmaciones, colaboran de manera casi cómplice con sus emisores y se acoplan a sus posturas, generalmente motivadas por intereses sectoriales, políticos, económicos o de otra naturaleza”.

Su conclusión es clara: para tomar posición es necesario contar con información clara, detallada, pormenorizada y particular, y no caer en conceptos generalizadores que nada aportan a un buen ejercicio de esta profesión.

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