La publicación de una información relativa al universo de beneficiarios de planes de ayuda social administrados por el Ministerio de Desarrollo de la República Argentina ha desencadenado una tormenta periodística con el problema de la generalización como eje medular.
En
efecto, un informe de la Agencia Federal de Ingresos Públicos (AFIP) permitió
conocer un elevado número (no especificado, nombre por nombre) de beneficiarios
del denominado ‘Plan Potenciar Trabajo’, cuyas características socioeconómicas
no se ajustarían a los requisitos exigidos para recibir la ayuda monetaria
prevista por el programa.
Los
periodistas, desde luego, somos dados a la generalización, convertida sin mucha
dificultad en una enemiga, silenciosa y poco descartada cuando es elegida al
carecer de una información más particularizada, más concreta o más específica.
Se ha dicho en repetidas ocasiones que la generalización acarrea injusticias.
En el caso que nos ocupa, es evidente: en los medios que publicaron la noticia
con mayor alarde se dio por cierto que los más de doscientos mil beneficiarios
no merecen el aporte de ayuda estatal. La razón: sus ingresos, gastos e
inversiones, propiedades o estados contables no se corresponderían y, por
tanto, no serían compatibles con el acceso a una ayuda oficial. Y ahí se da lo
que se plantea como negativo al comienzo de esta entrada: la generalización
mete a todos en un mismo paquete y los hace aparecer –sin discriminación– como
beneficiarios espurios de una ayuda necesaria para los sectores más vulnerables
de la sociedad.
El
Defensor de los lectores del diario ‘Perfil’, de Buenos Aires, Julio Petrarca,
analizó este asunto para concluir que “no es diferente de otros similares, en
una tendencia a la generalización que mucho mal causa al ejercicio del buen
periodismo. Cuando un político de un signo afirma que sus colegas de signo
opuesto son corruptos, y no identifica a quiénes se refiere, amplía la sospecha
al conjunto y no cumple con el requisito básico de identificar al corrupto por
su nombre y apellido”.
El
propio Petrarca cita algunos ejemplos. Es habitual que en el lenguaje coloquial
se diga que “los médicos recetan lo que los laboratorios quieren”, o que “los
abogados son tan delincuentes como los que defienden”. Y precisa: “Hasta ahí,
solo cabe recomendar que no se empleen esos argumentos así, en general. Pero
cuando los periodistas difunden sin cuestionamientos esas afirmaciones,
colaboran de manera casi cómplice con sus emisores y se acoplan a sus posturas,
generalmente motivadas por intereses sectoriales, políticos, económicos o de
otra naturaleza”.
Su
conclusión es clara: para tomar posición es necesario contar con información
clara, detallada, pormenorizada y particular, y no caer en conceptos
generalizadores que nada aportan a un buen ejercicio de esta profesión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario