Fue, ante todo, una presentación cálida. En la librería ‘La educación’, de La Orotava, Natalia González, autora de “El Rasca”, comprobó que el respeto y los afectos se ganan sin necesidad de victimizar sino con comportamientos que reflejan una personalidad valiente, decidida, indómita y corajuda. Es esa personalidad que lucha contra la adversidad y contra las incomprensiones, a veces las que ella misma puede generar, sin proponérselo.
Natalia, con un montón de amigos que la
arroparon, se sinceró para acreditar sus inquietudes, las que se potenciaron a
raíz de haber perdido un hijo en el mar, en un desgraciado accidente. Estuvimos
a su lado aquella tarde-noche en que todo se oscureció, en que el infortunio se
alargó hasta la tragedia.
Anoche, tras muchas peripecias, tras el
inicio de una lucha personal indesmayable con tal de superar carencias y de
contribuir a mejorar la convivencia, se entregó tal cual, como es, con una
nueva criatura, su libro, “El Rasca”, la escritura de una experiencia vital, la
síntesis de una memoria que se sucedía sin pausa en las largas noches de
insomnio, en el denso silencio de las soledades que apostaban por la derrota.
Nada de eso, la autora, lejos de
arredrarse, no sabemos si consciente o no, estaba ante el reto de su vida
esquilmada. Y pudo con el desafío, en compañía de sus hijas, de sus familiares
directos y de la legión de amistades que ha sabido y podido granjearse con ese
don especial que cuando se manifiesta parece una impostura, mejor dicho, una
sobreactuación, pero no, no lo es; es ella, tal cual, la Natalia alegre,
dinámica, jovial, espontánea y dicharachera.
Así la vimos, volcada con sus
sentimientos, besando y abrazando a cuantos querían trasladarle su afecto, a
cuantos quería agradecer su presencia y estaban allí para contrastar que cuando
el espíritu de lucha se desata, aparece “El Rasca”, y avanza, ya incontenible,
hacia los logros que sea.
En este caso, hacia el respeto y la
consideración personal de alguien que se hace a sí misma. Natalia González,
trabajadora en silencio, constante, inarrugable, jamás tendrá los párpados
caídos. Ella le puede a la vida de modo que madre coraje puede parecer corta.
El libro la identifica: es un retrato de sus sentimientos. Es un intimismo
singular, muy singular, como relataron y describieron muy bien quienes intervinieron
en la presentación.
Ya se puede rascar.
La vida depara casos que, cuando hay
oportunidad de vivirlos o seguirlos, invita a la empatía. Natalia la transmite.
Seguirá haciéndolo. Es su sino, si nos lo permite.
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