A vueltas con la ocupación de la vía pública en el
Puerto de la Cruz.
Hace pocas noches, recorrimos, acompañados por el
presidente del Centro de Iniciativas y Turismo (CIT) de la localidad, Juan José
Hernández Melián, a través de los terrenos destinados al futuro parque
marítimo, la distancia que va desde el castillo San Felipe hasta el refugio
pesquero. Nos cansamos de contar los vehículos caravana que estaban
estacionados. Nada que objetar pues nada lo impedía. Allí existe ya una reserva
de espacio para tales vehículos: estaba lleno. Unos discos de señalización vial
indicaban las fechas de la presente semana en que no se podía aparcar, parece
ser que como consecuencia de la celebración de una prueba atlética.
Una primera aproximación a la naturaleza del
problema significa que todo el mundo (una manera de decir) quiere venir al
Puerto, por muy incómodas que sean las circunstancias (Cuentan que algunos
propietarios de caravanas ya las utilizan como residencia habitual, una suerte
de segunda vivienda… que está prácticamente en un lugar accesible y cercano de
la geografía urbana portuense).
Después hay que valorar las limitaciones del
espacio público en la misma. Cada vez queda menos. Claro, la abundancia de
estos vehículos no solo resta lugar a otros conductores sino que van
alimentando la sensación de que allí se puede y no se paga nada.
Las autoridades competentes tendrían que hacer un
ejercicio de coordinación y tomar decisiones al respecto. Estamos ante un
espacio público --prácticamente el único por el que se ha producido un mínimo
crecimiento de la superficie territorial-- que, a la espera de que se
materialice el proyecto predestinado y por el que habrá que esperar según todos
los indicadores, requiere un mínimo acondicionamiento, o lo que es igual, una
provisionalidad decente (En el recorrido aludido, pudimos comprobar que la superficie
pavimentada tiene demasiadas fallas, de modo que no es difícil pronosticar que
unas lluvias medianamente intensas harían más intransitable la zona. Para
coches y viandantes).
Caravanas por doquier. Quede claro: nada se tiene
contra los propietarios y sus modos de vida. El Puerto atrae, de acuerdo, luego
es necesario adoptar medidas que pongan fin a un estado de cosas que no gusta,
que no es ni cómodo ni agradable. El suelo público va menguando, hay que ser
conscientes de ello. Su acondicionamiento es fundamental si no se quiere que el
abandono aumente los factores que espantan o dejan de atraer a los usuarios de
vehículos que buscan un lugar donde estacionar.
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