Siempre
tuvo el Puerto de la Cruz querencias cinematográficas.
Paradójicamente, hoy no dispone de salas de proyección. Su gente
presumía de ser entendida y enjuciaba películas con facilidad
asombrosa pese a no tener referencias de crítica. Varios
largometrajes fueron rodados en escenarios portuenses. Y hasta surgió
un actor de cierto renombre que terminó afincado en los Estados
Unidos, Domingo Hernández Bethencourt, artísticamente conocido como
Tom Hernández. Sin olvidar a Domingo Codesido Ascanio, David
Carpenter, que llegó a interpretar a Tarzán en las minas del rey
Salomón. No faltaron intentos, allá en los sesenta, de hacer algun
corto. Y ya, en épocas más recientes, jóvenes cineastas se han
lanzado a la aventura de dirigir sus propias producciones, contando
de antemano con limitaciones de todo tipo. En el recuerdo, el
Festival Internacional de Cine Ecológico y de la Naruraleza,
lastimosamente perdido.
La
ciudad ha acogido el cuarto Encuentro de Cine Doméstico en España,
organizado por la Filmoteca Canaria, de la viceconsejería de Cultura
del Gobierno de Canarias, una iniciativa surgida en los Estados
Unidos en el año 2002, promovida por expertos y especialistas en
archivos fílmicos con una idea muy clara: sensibilizar a la
población sobre la importancia de conservar las memorias fílmicas
privadas. La celebración ha ido extendiéndose: ya son más de cien
localidades, de catorce países, ocho de ellos europeos, los que
acogen esta convocatoria. La clausura, ayer mismo, coincidía con la
celebración internacional del Home Movie Day. Fue
posible, en el exterior del Museo Arqueológico Municipal, ver
imágenes del Puerto que se transformó en ciudad turística entre
los años cincuenta y setenta del pasado siglo, con acompañamiento
de música electrónica en directo, a cargo de Resonance,
un interesante recurso para
atraer a los jóvenes, según explicaba en el mismo escenario María
González Calímano, directora de la Filmoteca Canaria.
La
tercera edición se hizo en Extremadura y allí se acordó venir
hasta Canarias para transmitir los valores del que se considera “cine
casero”, una experiencia singular, interesantísima, cuyos frutos,
a base de descubrimientos, pueden resultar muy sabrosos desde el
ángulo histórico y desde los afanes personales de acercarse a la
comunicación y a la imagen, siquiera de forma elemental y con
recursos muy limitados.
El
cine doméstico es el realizado por particulares con cámaras y
equipos no profesionales. A partir de los años 20, la mayoría de
las películas caseras se filmaban en Pathé Baby (9,5 mm) y,
posteriormente, con película de 8 mm y Súper 8 mm, hasta la
aparición del vídeo a finales de los años 80. El cine doméstico
es un testimonio imprescindible para conocer nuestra historia, la
vida y las costumbres de una determinada época o para evidenciar la
transformación que ha sufrido el paisaje. Estos argumentos lo
convierten en algo demasiado valioso como para no participar en su
recuperación. En los últimos años y de manera progresiva, las
filmotecas de todo el mundo, universidades, asociaciones y
particulares han ido tomando conciencia del gran valor patrimonial y
etnográfico de estas imágenes.
En
esta edición, durante tres días, a puerta cerrada, en la biblioteca
'Tomás de Iriarte, en jornadas de mañana, información y análisis.
Por la tarde, charlas y mesas redondas, seguidas de proyecciones,
entre ellas las de Nieves Lugo, valiosísimas, pues es posible
encontrar la embarcación de la Virgen del Carmen y el temporal de
los años treinta del siglo XX, así como baños en el Charco La
Coronela y en la desaparecida piscina de Martiánez. La Filmoteca
proyectó un documental sonoro sobre el Puerto de la Cruz de Antonio
Vela de la Torre, director del Centro de Fotografía 'Isla de
Tenerife', realizado en 1974 y en el que es posible contemplar
imágenes de la muy intensa vida nocturna de la ciudad en locales
míticos como “Why Not” y “Poncho”.
Hay
material. Y más que debe aparecer, a medida que este Encuentro se
vaya consolidando. Los nutrientes parten de un hecho tan sencillo
como personas que venían de luna de miel o vacaciones, traían o
compraban una cámara de de “Super 8 mm” y grababan. Así, ha
sido posible conservar imágenes del norte tinerfeño y del entonces
pujante Puerto de la Cruz que ahora han sido digitalizadas. Se trata
de recuperar ese material, hacer todo lo posible para no perderlo
pues las cámaras profesionales no llegaron ni llegarán jamás a
donde entraron las domésticas. Si en Estados Unidos, ya concedieron
a la filatelia y la numismática rengo de ciencia auxiliar de la
Historia, podemos hacernos a la idea de que estos testimonios que
aquí se van descubriendo y sistematizando para su conservación
definitiva, resultarán determinantes para rescatar e indagar sobre
hechos que marcaron el devenir de los portuenses. En ese sentido, la
cinemateca canaria lleva trabajando desde hace tiempo en esta línea,
desde el ámbito de la recuperación de material y de la exhibición,
creando una mayor conciencia de la importancia del patrimonio fílmico
y de la necesidad de preservarlo y dar acceso a este patrimonio. Lo
que se quiere es llevar a cabo de manera permanente una campaña de
captación de imágenes antiguas con el fin de digitalizarlas y
conservarlas para las generaciones venideras.
Hasta
el recordado Enrique Talg Wyss, hotel 'Tigaiga', deja las suyas
sobre cómo se asfaltaba en aquel entonces.
A
esmerarse, pues.
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