Lo
de Catalunya prima -en realidad, esto no ha hecho más que empezar,
decía ayer tarde uno de los tantos desencantados y desmoralizados
tras el colosal desbarajuste del domingo- pero no es cuestión de
mirar con desdén lejano el impactante suceso de Las Vegas (USA),
donde un hombre armado, contable jubilado, produjo la mayor matanza
con arma de fuego jamás registrada en la historia del país: 58
muertos y 515 heridos.
Oigan,
esto no es cualquier cosa, por muchos episodios crueles vividos con
anterioridad, para estupor y conmoción no ya de la ciudadanía
norteamericana sino de todo el mundo. Un mundo que va cavando su fin,
una sociedad enferma que no tiene explicación. Seguirán vendiendo
armas bajo no se sabe muy bien qué principios de autodefensa y
continuarán fomentando la violencia, la muerte y la destrucción.
¿Cuántos
sucesos como el de Las Vegas tienen que reeditarse para que dejen de
expedir armas de fuego a cualquiera?
¿Habrá
más lobos solitarios, como fue calificado por el sheriff del
condado, del perfil de Stephen Paddock, autor de la terrible matanza?
Los
republicanos andan muy entretenidos con los absurdos continuados de
Donald Trump -incluido el abandono de Puerto Rico tras la reciente
catástrofe- y los demócratas dejan que siga cociéndose en su
propia salsa mientras se lamen las heridas. Y si alguien se mueve, ya
saldrá alguien de la asociación esa del rifle para que quede
retratado y no se le ocurra emprender algo de más envergadura. Y
encima hablarán de protección de las libertades. El presiddente
Obama intentó algunas limitaciones pero no cosechó votos
suficientes.
Informan
de que había más de veintidós mil personas en el concierto donde
dejaron la vida casi sesenta personas. Nunca la música de los
disparos sonó tan mortal. Y eso que en los Estados Unidos mueren al
año, por armas de fuego, casi treinta y cuatro mil personas. Una
organización yanki, Archive Gun Violence, se
dedica a registrar estas cosas: en lo que va de año, ya van cuarenta
y seis mil quinientos noventa y cinco incidentes armados en todo el
país, en los que han muerto once mil seiscientos cincuenta y dis
personas.
Esto
no es cualquier cosa. Máxime cuando se han escuchado voces entre los
propios legisladores alusivas a la conveniencia de que ellos mismos,
diputados y senadores, vayan también armados.
Pues
miren lo que puede causar un loco insensato, un enajenado que terminó
suicidándose, según versión policial. Le queda el dudoso honor de
ser el autor material de la mayor matanza de la historia con arma de
fuego en aquel país. Al mundo le queda la sacudida. No somos nadie.
Y menos, en USA.
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